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Camino Roncesvalles -Santiago 2002

Palas de Rei - Santiago

Palas de Rei - Santiago

Día 16. Palas de Rei – Arzúa. 11-05-2003

Me levanté temprano y emprendí el camino con mucho más ánimo que el día anterior. Era una mañana fresca y el cielo estaba despejado, el tiempo me ha respetado durante todo el recorrido.

 

Al poco de partir encontré un peregrino que llevaba un paso vivo. Me junté a él y la conversación fue fácil y fluida. Se llamaba Miguel, era de Burgos y había partido de allí tres días después que yo. Sus etapas eran largas y su estado de forma excelente. Me contó sus expectativas de futuro y sus ilusiones. La peregrinación lleva a los caminantes a comunicarse abiertamente, no teniendo en cuenta el poco tiempo de conocimiento. Yo creo que las muchas horas caminando en soledad y conversando con uno mismo, llevan a que cuando se encuentra a un ser humano en una situación similar se produzca una auténtica confesión. Se juega con la ventaja de que el interlocutor es imparcial y no participa en la vivencia por lo que se va a poner siempre de nuestra parte.

 

Con este paso fuimos por el sube-baja constante que las tierras gallegas imponen. Pasamos por aldeas como San Xulian y Pontecampaña. En Casanova paramos a tomar un café rápido.

Antes de Furelos pasamos por un polígono industrial que nos descolocó un poco, pero enseguida pasamos el hermoso puente romano de cuatro ojos y entramos en la pequeña iglesia para que nos sellaran.

En Melide paramos en una fuente a tomar algo de fruta, que llevaba Miguel, y a reposar un rato antes de continuar. En Melide es famoso su pulpo pero a las 11 de la mañana no nos apetecía.

            Con las piernas un poco descansadas y con una agradable conversación continuamos por el camino. Este en los primeros kilómetros es agradable pero pasado Boente se inician otra vez los rompepiernas, hasta Arzua no se parará de subir o bajar en bruscos cambios. Se atraviesan algunos bellos bosques de eucaliptos y praderas donde pacen vacas, ovejas y caballos. Es destacable la subida desde Ribadiso a Arzúa. Durante las subidas el aliento se perdía y me costaba mantener la conversación. El albergue de Ribadiso está ubicado al lado del río y es un sitio tremendamente agradable donde en verano se puede tomar el sol en las pradera junto al río. El único inconveniente es que está un poco aislado y no hay servicios cerca. La llegada a Arzua se hace larga y pesada, se tiene que atravesar gran parte del pueblo para llegar al centro. Mucho tiene que ver el cansancio de la etapa. Con este nuevo amigo llegamos sobre las dos de la tarde. Aquí me despedí de mi compañero pues quería continuar hasta Santa Irene. Los pasos de los peregrinos se encuentran y se separan conforme el Camino nos dicta, todos tenemos nuestro Camino y nuestro destino en la vida que nos hace alejarnos y aproximarnos. Pero esto no quiere decir que dejemos de ser amigos y los tengamos en el corazón durante muchísimo tiempo.

   Me dirigí al albergue y allí tomé posesión de una cama. Tras la ducha de rigor bajé a comer. Nada más salir me encontré con la pareja gallega y con Everson. Los tres nos dirigimos a un restaurante que está en la misma calle del albergue donde di cuenta de una especie de paella y de un filete. El pobre Everson se limitó a una ensalada y a fruta. Después de comer alargamos la charla hasta las siete de la tarde, ninguno quería que se terminara la experiencia y nos resistíamos a desaprovechar ocasiones de estar sintiendo la realidad de nuestra experiencia. A todos nos agobiaba la llegada a Santiago hubiéramos deseado que se alargara unos cuantos días más. Pese al esfuerzo de caminar nos pesaba más la vuelta a la realidad rutinaria y diaria. En el albergue había cantidad de peregrinos que no conocía, se nota la proximidad de Santiago, en las primeras etapas éramos casi siempre los mismos. No me apetecía cenar así que me fui pronto a la cama.

      Mi cabeza empezó a tener conciencia del fin y estuve repasando los momentos vividos y las experiencias. Me costó dormirme. El día había sido agradable y no había sentido demasiado el esfuerzo, mi cabeza había estado entretenida en la conversación con Miguel y no había tenido tiempo en regodearse del cansancio.

Kilómetros 28,6

         

             Día 17. Arzúa – Monte del Gozo. 12-05-2003

Me desperté muy temprano preocupado por la etapa larga que nos esperaba y por que era la última. El dormitorio estaba tranquilo aunque los primeros caminantes empezaban a moverse con sigilo.  A las seis y media no pude más y me levanté. En la plaza tomé un café y unas magdalenas mientras se levantaba el día. Con la luz justa comencé el último día de camino. Se vuelve a subir y bajar de forma obsesiva, nunca son demasiado largas pero suficientes para hacerte sudar. 

     A la altura de Calzada encontré sentado a un profesor de historia de Venezuela. Había venido a España a unas conferencias en la Universidad de Salamanca y había aprovechado los últimos días de estancia para hacer los últimos 100 kms. Estaba agotado y reventado por las ampollas. Apenas podía caminar pero se le veía feliz por haber podido cumplir una ilusión.  Me comentó que desde que estudiaba siempre le había fascinado el Camino de Santiago. Había pensado mucho las razones que llevaban a los hombres de la edad media a salir de su entorno y emprender un viaje tan largo al fin del mundo conocido. También asimilaba el viaje actual con el viaje entonces. Hoy en día el peregrino, dentro del esfuerzo que realiza, encuentra comodidades y facilidades que antaño eran impensables. Dormían, comían y vivían muchos días al aire libre. Sólo la hospitalidad de las gentes les permitían sobrellevar un poco mejor el recorrido. Los peregrinos mal comían y subsistían con lo que les ofrecían. Muchos de ellos enfermaban y los Hospitales eran fundamentales. También achacaba a la consolidación del cristianismo de la Iglesia y a los intereses de repoblación del territorio cristiano del rey Alfonso II el Casto lo que facilitó este sendero. Fue una charla tremendamente interesante que terminó en Salceda, donde paró a descansar. No podía más y sólo pensaba llegar hoy hasta Arca.

     Yo preferí continuar un poco más hasta el Alto de Santa Irene. Allí entré en un bar donde di cuenta de una cerveza y un pincho de tortilla. Cuando salía encontré a Alba y a Tes que iban en una animada conversación sobre los nacionalismos en nuestro país.  En Arca sellamos y decidimos parar un rato. El tramo desde Salceda hasta Arca va serpenteando la carretera y se hizo un poco pesado. A las tres de la tarde reemprendimos la marcha manteniendo una agradable conversación entre unos encantadores bosques de pinos y eucaliptos. Hay alguna correidora que traslada al peregrino al más profundo sentimiento caminero. El verde predomina y la primavera es palpable en esta época del año. 

     En este recorrido se nos unió Sebastián y Carlos, dos peregrinos que no había visto pero que venían desde León  y desde Ponferrada. El primero era de San Sebastián y el segundo de Valladolid.  Todos juntos y en animada charla recorrimos los últimos kilómetros del camino. En Labacolla paramos un buen rato a tomar una cerveza, las piernas ya iban muy cargadas de tantas subidas y bajadas, y todavía quedaba hora y media. 

    Desde aquí hasta el Monte del Gozo el recorrido es bastante feo y aburrido, junto con el cansancio se convierte en uno de los tramos más duros del camino. Me alivió un poco la conversación del grupo. A las siete de la tarde llegamos al monumento a Juan Pablo II y poco después al macro albergue del Monte del Gozo. Este está apartado de la ciudad y es muy frío para el peregrino, que se encuentra en un pabellón con unos servicios mínimos. Todos nos esperamos encontrar una acogida calurosa y un albergue de lujo a nuestra llegada a Compostela y lo que nos encontramos es una especie de colonia de vacaciones con colchones viejos y bastante mugre. Sellamos y ubicamos nuestros bártulos en las literas. Tras la ducha retrocedimos hasta San Marcos donde en un bar dimos cuenta de una apetecible cena de tapas. Quedaban 4 kilómetros pero nuestros sentimientos es que la vivencia caminera había acabado.

    Al día siguiente solo quedaba el trámite de la Catedral y de la compostela, pero ya no había camino y horas de meditación en soledad. Esto me embargo de tristeza y melancolía. El día había sido duro tanto por el kilometraje como por las constantes subidas y bajadas. Aunque la distancia no había sido mayor que otras veces el cambio de ritmo es permanente y esto termina cansando. A las once di por terminado el día y casi mi Camino. 

Kilómetros 34,5
      

Día 18. Labacolla – Santiago. 13-05-2003

    Nos levantamos a las ocho de la mañana y después de empaquetar la mochila, por última vez, fuimos a desayunar al frío bar del albergue. Todos hablábamos y tomábamos nota de las direcciones de los demás prometiéndonos escribirnos y mandarlos las fotos. La sensación es de despedida de una experiencia única y fascinante. A las nueve emprendimos la entrada a Santiago. Esta nos presenta el cruce de la autopista con su gran barullo de coches, poco después el arco-monumento a los peregrinos al lado del palacio de Exposiciones. Hasta la plaza de San Pedro todo es moderno e inhóspito. Desde aquí es posible ver una de las torres de la catedral. 

   Un poco más adelante nos encontramos con la Puerta del Camino, con las piedras del casco antiguo y la presencia del fin es sentida profundamente. Volví a pensar los millones de peregrinos que habían pasado por estas calles y habían llorado por haber cumplido un sueño. La emoción lleno de agua mis ojos y las palabras desaparecieron de mi boca. Solo había espacio para las emociones. Callejón de las Ánimas, plaza de Cervantes, vía Sacra, calle Azabachería, Plaza de las Platerías (ya puedo palpar la catedral) y, por fin, plaza del Obradoiro.  

    Todos nos abrazamos y nos embelesamos con la fachada de la catedral barroca meta física de nuestro camino. Rodeados de turistas los peregrinos nos sentimos los auténticos creadores de esta leyenda, sueño, creencia, vivencia e historia que se llama Camino de Santiago. Después de las fotos de rigor nos dirigimos a la Oficina del Peregrino para recoger la compostela. No había apenas gente y con una gran frialdad nos rellenaron el papel sin tan siquiera preguntarnos por nuestra experiencia. Yo estaba deseando ser preguntado por la experiencia, pero simplemente me rellenaron el papel y me apuntaron la mi ciudad de origen del Camino. 

   En el mismo portal de la Oficina una agencia de viajes ofrece vuelos de vuelta y cogí billete para las cuatro de la tarde ese mismo día.  Visitamos la catedral y cumplimos con todos los ritos oportunos, croque, abrazo al santo y misa. Tuvimos suerte y pudimos contemplar como volaba el botafumeiro a lo largo de la catedral impregnando de ese maravilloso aroma que jamás se me olvidará. La lágrimas volvieron a mis ojos y una profunda tristeza por esta muerte del Camino. Esto sólo duró hasta salir de nuevo al Obradoiro donde volvieron los abrazos pero ya no como peregrinos, sino como turistas despidiéndose de amigos.  

   Todos juntos fuimos a comer a casa Manolo, excelente comida por un precio muy económico. A las 2 y media de la tarde recogí mis trastos y despidiéndome de todos me dirigí hacia el aeropuerto. Con mucha tristeza cogí el avión que me alejaba del sueño y la melancolía me inundó. Pero me resistí a quedarme sin la ilusión del Camino y  mi mente volvió a gestar un nuevo sueño.

       Este no sería el fin sino el principio de otros muchos Caminos.  

Kilómetros 4,4

   Ultrieia e Suseia

Rabanal del Camino - Palas de Rei

Rabanal del Camino - Palas de Rei

Día 10. Rabanal del Camino – Ponferrada. 5-05-2003

  Todos los peregrinos estábamos inquietos ante una etapa que todos teníamos marcada como de montaña, sabíamos que había que ascender al punto más alto del camino. Llevábamos desde León en una ascensión suave pero constante, y hoy se culminaba llegando a uno de los puntos míticos del camino, la Cruz de Ferro. A las seis de la mañana comenzaron los ruidos y a las 6 y media me levanté. Lo primero que hice fue un masaje profundo del tobillo. Parecía que me dolía menos. Me puse las botas y desayuné en el albergue un café con leche y unas magdalenas.

 Todo el mundo se movía y se preparaba. A las siete con paso lento pero decidido comencé la marcha. En la subida me molestaba mucho menos el pie. El día estaba con niebla y en algún tramo lloviznaba. Efectivamente se notaba la subida. Para mi la jornada de ayer me ayudó a recuperarme. Iba adelantando peregrinos de todas las nacionalidades. Marchaba con el poncho y el pantalón de aguas.

 Casi sin darme cuenta, y unos tramos por sendero y otros por carretera llegue a Foncebadón. La niebla se intensificó y la subida disminuyó. A la salida del pueblo me perdí y tuve que seguir la carretera que me llevó hasta la Cruz de Ferro. Pude verla cuando estaba encima de la misma. Aquí los sentimientos son intensos.

 Dejé la piedra que había recogido en la Sierra Pobre de Madrid hacía más de un mes. Está había sido una compañera en mi bolsillo. Recordé a mis seres queridos y estuvimos todos allí reunidos mientras que rece un Padrenuestro en su recuerdo. Después de la fotos oportunas reemprendí el camino hacia el albergue de Tomás.

 Tuve que parar en este peculiar albergue que da calor al pobre peregrino. Un café, unas galletas y unas palabras de aliento calentaron el cuerpo y alma. Un rato después reemprendí la marcha.

 Durante unos centenares de metros todavía se sigue ascendiendo, justo hasta llegar a unas instalaciones del ejercito. Aquí se comienza una fuerte bajada, principalmente por carretera, hasta el pueblo del Acebo. Precioso pueblo de casas de piedra y balconadas de madera abiertas al exterior por escalinatas exteriores.

 Paramos en el bar de pueblo y degustamos un bocadillo de jamón y queso, rebozado y frito. Una bomba para el estómago. Salí sobre las 12 del mediodía y las nubes habían desaparecido y lucía un espléndido sol con él que sobraba la ropa de agua.  Fui sólo hasta Riego de Ambrós donde encontré a un matrimonio mayor con los que entable una agradable charla sobre la religión y los caminantes a Santiago. La salida de este pueblo se hace por un paraje encantador. 

 Con esa distracción nos saltamos una desviación y nos obligó a realizar el camino hasta Molinaseca por la carretera. Es un poco más largo y peligroso. De todas formas no nos importó demasiado, pues la conversación era apasionante. Cuando llegamos a Molinaseca me deje caer en el Mesón de la derecha a una apetitosa comida. Mis compañeros decidieron continuar hasta el albergue. 

 Durante la comida entró un catalán y poco después un vasco, y como buenos peregrinos fuimos ocupando la misma mesa, para poder hablar del tema que nos apasiona, “El camino”. Ambos eran más jóvenes que yo y mucho más deportistas. Carlos, el vasco, realizaba el camino como una competición de fondo, hacía etapas de 50 a 60 kms.. En ese día venía desde Astorga. Andaba todo el día a un gran ritmo, 7 kms la hora, y apenas se comunicaba con los demás peregrinos. El otro, Joan, hacía etapas de 30 a 35 kms y le gustaba charlar sobre su Barça.  Después del menú del día unos orujitos nos dieron fuerzas para reemprender los ocho kilómetros que nos quedaban.

 Ellos tuvieron que adaptarse a mi paso, mi pie me comenzó a molestar un poco después de todo un día sin molestias. Con el voltaren que me proporcionó Carlos y el orujo conseguí llegar hasta Ponferrada.  Seguimos respetuosamente el camino y este en la entrada a Ponferrada nos dio una vuelta increíble hasta que nos llevó al albergue. 

 Nos ubicaron en la misma habitación de cuatro. Tras ducharnos y descansar un rato nos dimos un paseo breve por Ponferrada. El monumento más significativo de Ponferrada es su castillo, ahora siendo reformado. Fue en 1178 cuando pasa a depender de la Orden del Temple, por una donación de los reyes leoneses. Los monjes templarios se encuentran una pequeña fortaleza que fue en su origen un castro y posteriormente una ciudadela romana. Ellos la amplían y mejoran como defensa del Camino de Santiago, estando acabada en 1282.

            El Castillo que hoy conocemos es el resultado de una larga serie de ampliaciones, reformas y añadidos que van desde la primera cerca de la planta cuadrada de principios del siglo XII, hasta las últimas zonas construidas a finales del siglo XV y principios del XVI.


            
Posteriores incorporaciones, como las caballerizas en 1848, y las numerosas reformas llevadas a cabo desde principios del siglo XX, han contribuido a la complejidad del conjunto, tal y como lo conocemos hoy en día. Los escudos y blasones de quienes lo ocuparon y contribuyeron en su construcción son prueba de sus diferentes etapas. Tremendamente cansado me metí en la cama antes de las diez de la noche. Me dolían las piernas pero la tendinitis la tenía prácticamente superada. El estado de ánimo era mucho mejor que hace 24 horas, el tobillo aunque me molestaba un poquito me permitía caminar.  Me despedí de mis compañeros de habitación, ellos querían madrugar y a las 5 de la mañana ponerse en marcha. Uno de ellos quería llegar hasta Vega de Valcárcel y el otro llegar hasta el Cebreiro. Ambas opciones muy fuertes para mi.  -         Kilómetros.- 30  

Día 11. Ponferrada – Villafranca del Bierzo. 6-05-2003

 Etapa corta para recuperarse del esfuerzo de la subida a la Cruz de Ferro y para preparar la dura etapa del Cebreiro que se subirá mañana.  A las cinco de la mañana me desperté con el ruido de mis compañeros, pero en cuanto marcharon volví a caer en los brazos de Morfeo y hasta las 7 de la mañana no volví a despertar. Preparé mi mochila y marché enseguida para evitar estar rodeado de gente. El albergue estaba casi lleno. 

 La salida de Ponferrada se me hizo tediosa y aburrida. Dándome la sensación que marean al peregrino para que conozca un poco más la ciudad. Como muy obediente seguí las flechas amarillas paseándome por los campos de Columbrianos, Fuentes Nuevas y por fin Camponaraya. No hay nada especialmente hermoso y que merezca la pena para este recorrido. A consejo seguir la carretera que lleva directamente a Camponaraya por una acera nada molesta, ahorrando de 3 a 4 quilómetros.  

 Fui todo el recorrido solo y aproveche en Fuentes Nuevas para desayunar un buen bocata que me levantará la moral un poco decaída. El cansancio hace efecto sobre la moral y el día de ayer había sido duro. También me encontraba solo y no encontré a nadie con quien entablar conversación. 

 Con este estado de ánimo llegue hasta Camponaraya, un pueblo que se recorre por su calle principal, que coincide con la carretera. La salida se hace por un camino que asciende hasta un puente por encima de la autovía. Desde aquí se inician cuatro agradables quilómetros hasta Cacabelos. Las vides nos rodean y nos abandonan durante un buen rato los coches y el ruido del extrarradio de una ciudad como Ponferrada. El día estaba claro y se podía respirar profundamente los olores de la primavera. 

 Dos quilómetros antes de Cacabelos se llega al cruce de una carretera secundaria y desde ahí se sigue por el arcén estrecho de una carreterita que nos lleva a la entrada del pueblo. Cacabelos se recorre por la calle de los Peregrinos hasta el puente sobre el río Cua. Se puede destacar la ermita de San Roque, donde hubo un hospital de peregrinos en la edad media. También se puede destacar el santuario de la Virgen de las Angustias. En un bar paré a tomar una cerveza que reparará el calor que ya empezaba. 

 La salida se hace en subida y por el arcén de la carretera hasta Pieros, donde repuse agua en la fuente. Desde Pieros quedan aproximadamente otros dos quilómetros de arcén en subida. Era agradable ver los prados verdes existentes a la izquierda. Había vacas y ovejas paciendo tranquilamente. Hay que tener especial cuidado en este trecho de 4 quilómetros. 

 Por un camino carretero, a la derecha de la carretera, se sale de este pequeño castigo que representa para el caminante el asfalto y la proximidad a los vehículos de motor. Nada más empezar el camino es posible observar a la derecha el taller de un maestro escultor de piedra. Estaba cerrado pero me impresionaran algunas de sus obras que se podían ver desde la valla. 

 Me encontraba cansado y el calor era importante, aunque en este tramo mejoró decidí darme un respiro y descansar profundamente en un hostal donde encontrará tranquilidad. Con estos pensamientos llegue a la entrada de Villafranca. El albergue municipal estaba nada más entrar, a la derecha del camino. Tenía muy buena pinta. Un poco más allá está la iglesia de Santiago, de estilo románico con una magnífica portada del Perdón. Esta iglesia tiene un privilegio del papa Calixto III que concedió a los peregrinos enfermos o impedidos que pasaran por la puerta la misma indulgencia y favores que si hubieran llegado a la mismísima Compostela. Estaba cerrada y no pude sellar. 

 También me impresionó el castillo de los marqueses de Villafranca. No se puede visitar al tener carácter privado. Por la calles empinadas me dirigí a la plaza donde encontré el Hostal San Francisco. Rápidamente me duche y bajé a comer al Bar Sevilla. Eran las 4 de la tarde cuando me lancé a una reparadora siesta sobre sábanas.  

 Cuando quise despertar eran las 8 de la tarde y empezaba a anochecer. Me dolían las piernas y no tenía muchas ganas de moverme. Estuve un rato pensando que hacer, si seguir aquí hasta mañana o bajar a dar una vuelta. Me decidí por la segunda. Así que recorrí el pueblo hasta la salida para conocer el recorrido de mañana. La gente estaba paseando en una tarde muy agradable. Vi varios peregrinos en las terrazas de los bares de la plaza dando cuenta de su cena y de unas magníficas cervezas.

 No tardé más de media hora en mi recorrido y me aposente en una mesa a degustar un vocka con naranja y posteriormente una pizza. A las 10 estaba de nuevo en la cama plácidamente dormido. Fue una jornada corta pero el cansancio acumulado y el estado de ánimo la convirtió en un día agotador. 

Kilómetros 22,4


Día 12. Villafranca del Bierzo – El Cebreiro. 7-05-2003

A las siete de la mañana me despertó el reloj sin que me hubiera despertado ni una sola vez. Recogí la ropa que tenía tendida y baje a degustar un desayuno que me aportara las fuerzas necesarias para una nueva jornada. En las calles había poca gente y no coincidí con ningún peregrino. Así recorrí las calles hasta que atravesé el puente sobre el Burbia y posteriormente por una carreterita secundaria llegue al andadero de suelo amarillo, que sería mi acompañante en los próximos 10 kilómetros. Este andadero da seguridad al peregrino pero le machaca los pies, ya bastante dañados. Durante este recorrido se va pegado a la autovía y se puede observar la gran infraestructura que se desarrollo para juntar Galicia con Castilla-León de una manera rápida. Hay algunos viaductos que son impresionantes por su altura. En un par de horas llegué a Pereje donde paré a tomar café con un brasileño en el único bar abierto. Son muy bellos los castaños que hay antes de entrar en el pueblo. Enseguida continué el paseo, siempre en ligero ascenso,  por este valle. El río Valcarce fue mi acompañante hasta las Herrerías. Su murmullo era agradable y me integraba en la naturaleza. Los árboles, la luz, el aire y el cielo desprendían belleza a raudales, la primavera estaba en su apogeo. Es un placer caminar en días así, sin prisas y disfrutando de las pequeñas cosas que están a nuestro paso. A las once llegué a Trabadelo donde cruce el río por un puente y me dispuse a un apetitoso bocata de jamón, llevaba 12 kilómetros y todavía quedaban unas cuantas horas. Despacio y meditando en el recorrido fui avanzando por los pequeños pueblos de La Portela y Ambasmestas. En este compré unas postales y aproveche para escribirlas. Hoy me lo estaba tomando sin prisas. A la 1 llegue a Ruitelán.  Volví a parar a tomar una cerveza en la casa rural que se encuentra en la entrada del pueblo, antes de cruzar el río. Es fantástica y ante la amabilidad del camarero decidí parar un poco más y comer. Era el único comensal en esa preciosa casa llena de detalles y buen gusto. Una buena ensalada, un filete, café y copita de pacharán me dieron poco ánimo para continuar y si muchos amarres para no moverme, pero tenía que llegar a Cebreiro. Como buen peregrino me puse en marcha a eso de las tres de la tarde. Al poco rato pude ver el desvío de la carretera que adentra en el camino a la Faba.  Recuerdo que me encontré un gran rebaño de ovejas que me impedían el paso, poco antes de iniciarse la subida. Los perros me ayudaron en el adelantamiento. Uno de ellos se puso delante de mi e iba repartiendo gruñidos a las ovejas para que apartaran, las cuales obedecían al momento. Magníficos perros pastores. Nada más adelantar al rebaño y tras una curva cerrada a la izquierda se inicia la verdadera subida. Son unos tres quilómetros hasta la Faba que quitan el aliento a cualquiera. Las piedras estaban húmedas y había bastante barro junto con las boñigas de las vacas que se mezclaba, creando una pasta bastante desagradable pero perfectamente comprensible en un paraje como aquel. El camino va rodeado de árboles y poco a poco se nota el ascenso y se puede apreciar en algún momento que Ruitelan se queda en el fondo del valle. Subí con fluidez aunque llegué sudando a la puerta del nuevo albergue de la Faba, donde aproveche para reposar y hablar un rato con un agricultor del pueblo que me dio una clase maestra sobre su huerta. Al salir del pueblo encontré sentados en la protección de la última casa del pueblo a una matrimonio de Alicante con los que volví a entablar conversación. Ella se asfixiaba en la subida y necesitaba recuperar el resuello. El era miembro de la Asociación del Camino de Alicante y me proporcionó información del camino que allí se inicia. Con tanto entusiasmo me hablaba que le pedí información del mismo. Con paso tranquilo y acompañado de esta pareja emprendí la marcha de los últimos 5 quilómetros. La subida se suaviza y se convierte en algunos tramos en sendero. Aquí los árboles desaparecen y se aprecian en su plenitud las hermosas montañas verdes y redondeadas. Es impresionante el paisaje y merece la pena pararse a disfrutarlo. Eran pasadas las 7 de la tarde cuando llegué al Cebreiro. Allí paré a visitar la iglesia de Santa María.  Este pueblo surgió como refugio de peregrinos en el siglo IX, pero es en 1072 cuando Alfonso VI delega en los monjes de la abadía de San Gerard d'Aurillac el hospital y se construyó una abadía. El lugar alcanzó una gran fama. En 1487 la abadía fue anexionada a Cluny, pasando a depender de los benedictinos de Valladolid hasta su expulsión en 1854, consecuencia de la desamortización. La iglesia de Santa María, de estructura prerromana, pertenece a los siglos IX y X. En ella se nota la influencia del arte asturiano. Se guarda en ella la talla románica del siglo XII de Santa María la Real, así como el cáliz del famoso milagro del Cebreiro.  El milagro dice que en el siglo XIV, un vecino del pueblo de Barxamaior, sube a oír misa al Cebreiro un día de copiosa nevada. El fraile, que era de poca fe, no aprecia el sacrificio del labriego. Pero, en el momento de la consagración, la hostia se convierte en carne y el vino en sangre. Los Reyes Católicos, peregrinos en 1486, conocen el milagro y donan el relicario que se exhibe junto al cáliz en el templo.             Me aposenté en el albergue y tras una ducha reparadora, fui a cenar a la Taberna Celta, donde me trataron a cuerpo de rey.             Con el cansancio en el cuerpo a las 9 y media estaba en la cama repasando esta espléndida etapa, una de las más bonitas de mi camino. Kilómetros 30,0


Día 13. El Cebreiro – Triacastela. 8-05-2003

 

Me levanté descansado y con ganas de reemprender la marcha cuanto antes. Tras un café con leche y un bollo cargue la mochila e inicie la marcha. Fui por el camino y este da un poco de rodeo aunque evita el caminar por carretera. Ya en Liñares se juntan momentáneamente el camino y la carretera. En poco rato se llega a Hospital da Condesa y en un rato más la subida al Poyo, corto pero de los que te dejan sin aire y sacando la lengua.

Aquí paré a desayunar por segunda vez, en el camino te puedes permitir estas licencias.

Recompuesto y con el fuelle repuesto continué la bajada lenta y continuada disfrutando del paisaje gallego. ¡Qué diferencia con la llanura castellana! Aquí los ojos  se distraen con unas montañas onduladas llenas de vacas, árboles, prados y pequeños pueblos que no desentonan en un entorno natural y alejado de la locura de las grandes ciudades.

 

Llegue a Fonfría sobre las 12 de la mañana y volvía a parar. En una terraza con unas mesas y sillas de troncos de árboles tomé una naranjada disfrutando de una tranquilad increíble.

Sabía que la etapa era corta y reconstituyente, después de los treinta quilómetros de subida de ayer. Me daba pereza volver a andar pero continué la bajada continua hasta Tricastela.

 

Recuerdo en Viduedo unos troncos de castaños impresionantes, se retorcían y se ahuecaban creando esculturas vivas. También me asaltaron diez o doce vacas en el camino, obligándome a retirarme.

Es una etapa muy suave y tranquila. A las dos de la tarde llegue al albergue que se encuentra a la izquierda del camino delante de una hermosa pradera. Sus puertas y ventanas están pintadas en azul y sus paredes son de piedra y cristal. Son tres naves independientes compuestas de dos plantas. Las habitaciones son de dos literas con taquillas.

Tras la ducha y la colada me dispuse a la obligada siesta.

Dos benditas horas que me repararon mis cansados pies. Me levanté y me dispuse a la visita turística de este pequeño pueblo.

 

Triacastela, la ciudad de los tres castillos (de los que no queda ni rastro), fue fundada por el conde Gatón del Bierzo en el siglo IX. En el interior de la iglesia parroquial barroca de Santiago del siglo XVIII, aunque también muestra hechuras románicas, hay una imagen del apóstol, patrono de la villa, y un retablo plateresco. La sacristía conserva una cruz procesional de plata del siglo XII. La tradición cantera de Triacastela continúa hoy en día con la extracción de caliza para la fabricación de cemento. Los peregrinos solían llevar desde aquí una piedra de cal para contribuir en la construcción de la catedral de Santiago.

Después del turismo tocó la cena acompañado por el matrimonio de Alicante dando cuenta de unas raciones de productos gallegos, pulpo, empanada y pimientos de Padrón, todo regado con generoso vino turbio. En este pueblo, de poco más de mil habitantes, hay abundantes bares y restaurantes.

Al ser bastantes independientes las habitaciones, y el hospitalero no muy exigente con la hora de cierre, mantuvimos la charla en la pradera aledaña al albergue hasta las doce de la noche. ¡Qué diferencia con las rigidez de otros!

Kilómetros 20,6


Día 14. Triacastela – Portomarín. 9-05-2003

Amanecí temprano y con ganas de caminar. Con la mochila a cuestas bajé por las calles desérticas hasta el final del pueblo. Donde se tiene que decidir el camino para llegar a Sarria. Yo escogí el camino de la derecha que lleva a San Xil.

La mañana era brumosa y durante la subida conseguí una fantástica placidez interior observando un paisaje de ensoñación. Los robles y castaños añejos me susurraban con sus ramas. Se llega pronto a Balsa, concejo eminentemente agrícola donde las casas de piedra y madera parecen a punto de caer. En las calles las gallinas, los gatos, los perros y sobre todo las vacas pasean con tranquilidad. Este es para mi una de las zonas más románticas y bellas del camino. La subida es fuerte pero vale la pena. Todo el rato se va por caminos y correidoras.

 

La realice en soledad y disfrute muchísimo de la primera hora y media, luego continúa siendo bello pero no me lleno tanto.

Hacia la mitad de la cuesta se puede observar una hermosa fuente con forma de viera.

           

En San Xil encontré a un matrimonio leones con los que realice el recorrido hasta Sarria. La conversación fácil y la hermosura del lugar hicieron que se acortaran los quilómetros. El era un minero jubilado de 46 años y ella su esposa dedicada a sus labores. Estaban disfrutando del camino y gozaban contando lo que habían comido y bebido el día anterior.

Los últimos quilómetros hasta Sarria se hacen pesado al ir al lado de la carretera y parece que no se llega nunca.  Nada más llegar me separé de la pareja y aproveche un bar para tomar un buen almuerzo, con su café y copa de orujo revitalizante. Estuve alrededor de una hora en estas labores energéticas. Cuando salí era la una y decidí continuar el recorrido.

 

El camino atraviesa toda la población y pasa por el puente, y luego por las escaleras de piedra, que se hacen infinitas con la mochila acuestas. .

Sarria es la localidad más poblada del Camino Francés en Galicia a parte de Santiago. El rey Alfonso IX  fue el fundador de esta villa y los burgos de Triacastela y Portomarin.

Del pasado medieval sarriano subsiste la iglesia de San Salvador, de origen románico y con fachada gótica del S. XIV, y el Monasterio de la Magdalena (actualmente convento de padres Mercedarios) fundado a principios del S. XII como hospital de peregrinos (San Roque), por dos religiosos italianos de la Orden de los Bienaventurados Mártires de Cristo, también peregrinos.

 

Poco fui saliendo de la población por el cementerio y después por un pequeño puente. Aquí empieza una arboleda con bastante cuesta que me fascinó por su belleza y encanto.

 

Llegué en una hora a Barbadelo donde me detuve a ver la iglesia de Santiago. Esta fue construida en el siglo XII y es uno de los mejores exponentes del románico gallego.

 

Pasado Barbadelo paré en una casa rural y comí ligero para continuar la marcha antes de las tres de la tarde.

Cuando salí de comer encontré a una pareja de Navarros que llevaban un buen ritmo. Iban rápidos y no se por qué me puse a su ritmo hasta el final de la etapa. Yo no suelo correr pero en ese momento estaba eufórico y con la conversación de los diversos caminos que habían realizado me estimularon para seguir a su paso.

 

Desde aquí las poblaciones se concatenan sin parar, todas pequeñas pero todas hermosas y enclavadas en un lugar único. Recuerdo Rente, Peruscallo, Lavandeira, Brea y Ferreiro. En esta paré en el mesón al lado del albergue a reposar las piernas un poco después de las 5 de la tarde, no fue más que un respiro. Continué pasando por infinidad de aldeas, Couto, Rozas, Mercadoiro y Vilachá son algunas de ellas.

Poco antes de llegar a Portomarín el camino sorprende con una bajada de apenas un quilómetro que machaca los ya maltrechos tobillos. Es muy corta pero muy empinada.

 

Por fin atravesé el pantano del Miño y llegue a Portomarín al filo de las siete de la tarde. La mayoría de los peregrinos que habían salido de Sarria llevaban horas descansando y me preguntaban de donde venía. Coloque los bártulos en la litera que me asignaron en el albergue y me lancé a hacer un poco turismo.

Visité la iglesia-fortaleza de los Caballeros de San Juan de Jerusalén. Está fue trasladada piedra a piedra desde su antigua ubicación en la mitad del pantano. También visité la iglesia de San Nicolás.

 

Con bastante cansancio marche a cenar y luego a dormir. Tuve que tomar una aspirina para aliviar el dolor de piernas de esta magnífica etapa. Tengo un gratísimo recuerdo de la subida de San Xil.

Kilómetros 40,6


Día 15. Portomarín – Palas de Rei. 10-05-2003

Inicie el recorrido solo atravesando con las primeras luces el pantano de Belesar sobre el río Miño. El día estaba con niebla y hacía fresco. Con la bruma el pantano era un poco fantasmagórico pero muy agradable a la vista. Desde aquí se inicia un ascenso continuo durante los próximo 10 quilómetros. Hay momento que se encuentra uno rodeado de un bosque pero la mayoría se hacen por un andadero pegado a la carretera. Bastante pesado.

 

Después de la etapa larga de ayer me costó bastante coger el ritmo y poner la cabeza a pensar para evitar que el cansancio me agobiara. Muchas veces no es el cuerpo el que está cansado sino que es la cabeza la que dicta el estado físico. Si estás en una agradable conversación o disfrutando de un paisaje espléndido tu cuerpo no chilla por el agotamiento, pero si estamos aburridos o teniendo pensamientos negativos, ¡qué cansado estoy!, ¡no puedo más! o ¡cuantos quilómetros llevo!, se nos hacen eternas las distancias y aprovechamos cualquier resquicio para sentarse y compadecernos de nosotros mismos. Algo de esto me paso hasta Ventas de Narón.

Me paré en Gonzar a tomar un café y poco después en Hospital de la Cruz me senté en un banco. No podía con mi cuerpo.  Estaba desfondado, cada paso era un esfuerzo importante.

Cuando atravesé la nacional 540 y llegue a Ventas de Narón mi estado de ánimo cambió. Quizás la subida terminó, quizás empecé una conversación con unos canadienses y mi cabeza se entretuvo, o ¡vaya usted a saber!

El caso es que mejoró mi estado de ánimo, también el día se había despejado y empezaba a hacer calor, cosa que mi cuerpo agradeció.

 

Pasé sin detenerme por Ligonde y Eirexe pero este día desafortunado me deparaba una sorpresa más. Una de las cinchas de la mochila cedió y se descosió, quizás por llevarla demasiado apretada. El caso es que tuve que parar a realizar la reparación oportuna. Estaba en una bajada de una carreterita segundaria. Me senté en el arcén y con la aguja y un hilo de nylon comencé el remiendo. Me pasaron un montón de peregrinos que me miraban con extrañeza por la situación. Menos mal que el sol calentaba y no pasaban apenas coches. Media hora larga estuve parado remendando la mochila.

Con la esperanza de haber hecho un buen trabajo y deseando que no me pasarán más cosas hoy continué hasta el siguiente bar donde reparé mi sed con una cerveza.

Hoy había salido a las 7 de la mañana y eran la una larga y sólo había hecho 15 quilómetros, así que apreté un poco el paso y a las dos y media de la tarde llegue al alto del Rosario donde en un restaurante aproveche para comer un reconstituyente chuletón que remendara mi espíritu y mi ánimo.

 

La verdad es que fue una excelente comida acompañada de su orujo correspondiente.

A las cuatro reinicie el camino acompañado de un peregrino panameño que era la primera vez que veía. Iba despacio y no tenía prisa en llegar a Santiago. Decía que para él terminar el camino era volver a su realidad diaria, cosa que le amargaba bastante. Este camino había sido un sueño y un paréntesis de los problemas familiares y laborales. Mencionaba que el camino quedaría impreso en su cabeza para siempre como un lugar donde obtuvo la paz y la tranquilidad durante todo un mes.

Con estas conversaciones llegamos a Palas de Rei, él se quedó en el albergue y como había tenido tan mal día decidí ir a una pensión a dormir y descansar lo máximo posible. Tras la ducha la siesta fue inevitable.

A las siete de la tarde salí a dar una vuelta por el pueblo. Primero me acerqué a la iglesia de San Tirso a que me sellarán la credencial y pude observar la portada románica.

Después yendo por la calle principal me encontré a Everson. Un brasileño que conocí en la bajada del Acebo y que le había perdido de vista desde hacía unos días. El había ido por Samos y estaba entusiasmado de la belleza del monasterio.

Nos sentamos en una terraza a tomar una cerveza y en eso aparecieron una pareja de peregrinos gallegos, Alba y Tes, con la que compartimos conversación y experiencias camineras hasta la hora de la cena.

Everson es vegetariano estricto, no toma tan siquiera huevos, y tuvo ciertos problemas, como nos explicó cosa bastante habitual,  para encontrar algo que comer que se ajustara a sus creencias, en fin, tomó una ensalada con arroz y fruta. Los demás dimos buena cuenta de unas raciones de pulpo y lacón.

A las 10 de la noche estaba en la cama pensando que este había sido un día duro y deseando que llegara mañana para que mejorará la suerte. 

 

Kilómetros 24,3

Terradillo de los Templarios - Rabanal del Camino

Terradillo de los Templarios - Rabanal del Camino

Día 5. Terradillo de los Templarios – Bercianos del R. Camino. 30-04-2003.

 Puedo decir que esta noche dormí como un lirón. La noche anterior había tenido la preocupación de la ampolla y me había creado intranquilidad, pero hoy ya con la seguridad que la ampolla no me impediría continuar, y el haber dormido con sábanas en una cama sumamente cómoda me facilitaron descansar adecuadamente. El día anterior había tenido toda la tarde para reposar, esto también facilitó la sensación de relajo de todas mis articulaciones. Nos levantamos a las 6,30 de la mañana, como siempre, me preparé rápidamente y me acerqué al comedor, donde pudimos desayunar adecuadamente, aunque creo que el precio fue un poco caro (3 € por un café con leche y bollo). Este desayuno me relentizó un poco, y en vez de salir solo lo hice acompañado de Javier. Este está prejubilado y según comenta se aburre en casa. Descubrió el camino hace un par de años y de vez en cuando hace recorridos de una semana. Hace dos años inicio la andadura en Roncesvalles y se enamoró del Camino. Tiene un paso lento pero constante, nunca hace etapas de más de 25 kilómetros. Desde ayer tiene una molestia en la pierna derecha (tendinitis) que le obliga a cojear ligeramente y decidió volver a casa en Sahagún. El camino da libertad de realización y se puede adaptar a las posibilidades de cada persona. Con esta charla iniciamos el recorrido, este es más variado que el del día anterior. Este se hace por caminos agrícolas y se pasa por más pueblos lo que anima al caminante y le marca pequeñas metas que facilitan el paseo. El día era claro y el frescor de la mañana ayudaba. El primer pueblo es Moratinos el cual lo atravesamos sin ver a ningún habitante. Después llegamos a San Nicolás del Real Camino este es el último pueblo de la provincia de Palencia. Esta nos ha mostrado un terreno duro y llano que marcan la personalidad de sus gentes acogedoras. Después de serpentear por caminos agrícolas siempre pegados a la nacional 120 llegamos a Sahagún.  La rica historia de la villa facundina se refleja en un importante conjunto histórico artístico que engloba obras de diferentes periodos y estilos. No existen indicios de la capilla dedicada a los mártires, han llegado vestigios de la antigua iglesia mozárabe, sobre todo capiteles. Aunque esta se situaría en la tipología común de templo de tres naves con cabecera tripartita recta. Pero curiosamente las manifestaciones artísticas más significativas son coetáneas a los momentos de mayor apogeo del monasterio. Pocos restos son los que perviven de la majestuosa Abadía Cluniacense exceptuando la magnífica capilla de San Mancio, aunque si se conservan algunas obras ejemplares en estilo mudéjar, reflejo arquitectónico de la rica integración cultural que se producía en el Burgo. Paramos a almorzar un apetitoso queso de cabra y un vino recio de la tierra. Habíamos recorrido trece kilómetros y no tenía ninguna molestia en el pie, a diferencia de mi compañero que en los último metros la cojera era notoria. Con tristeza y dándonos las direcciones nos despedimos. Otro amigo que se marcha de la aventura emprendida. Sahagún desempeño un papel importante en la historia religiosa. En el siglo XII se estableció allí la sede de la orden benedictina en España, en un monasterio del que sólo queda un arco, bajo el que pasa la carretera. En cambio, las iglesias románicas de ladrillo edificadas por una importante colonia mudéjar que permaneció en el lugar se conservan bien. Todas están construidas con idéntica planta, con arcadas ciegas sobre los ábsides y un macizo campanario de planta cuadrada que se eleva por encima del coro. De este estilo son las iglesias de San Tirso, San Lorenzo y la famosa Peregrina, en un descampado en las afueras.A las 12 de la mañana reemprendí la marcha, después de hacer una visita rápida por la población. Atravesando el puente romano sobre el río Cea y luego por un andadero para realizar los últimos 10 kilómetros de la etapa. Empezaba a hacer calor y mi ánimo no estaba muy boyante después de despedir a un compañero. A poco de comenzar distinguí en la distancia a Fernando, el maño de paso lento y mi cabeza se centró en darle alcance. El camino se empina un poco hasta Calzadilla de Coto. Sin forzar mucho el paso, no me apetecía en absoluto, fui alcanzado a Fernando que fue mi acompañante hasta Calzadilla en que me distancie poco a poco. El calor se hacia presente y las ganas de llegar ostensibles. Mi pie no me molestaba pero las piernas las tenía cargadas. Tenía dudas sobre quedarme o continuar hasta El Burgo Ranero, ocho kilómetros más. Estaba triste y cansado, por lo que decidí tomarme algo en el pueblo y luego visitar el albergue, según fuera así quedarme o continuar. Eran sobre las dos de la tarde y me encontré con el bar donde tomé una coca revitalizante. Cuando salí  volví a encontrar a Fernando que me dijo que hoy se quedaban en este pueble. Le acompañe hasta el albergue. Este es una vieja casona de labranza castellana. La entrada es por un portalón que da acceso a un paso de carruajes todo enlosado con piedrecitas. Está rehabilitada la parte de la izquierda. Por el pasillo se llega al salón, luego a la cocina y al final a un baño amplio, ero como el de cualquier casa pensado para un uso individual. Al final del pasillo se asciende por unas escaleras de madera a medio terminar a las habitaciones. Hay cuatro con colchonetas finas en el suelo de madera vieja y sin barnizar. El adobe de sus muros da un frescor muy agradable que invitan al descanso. La primera impresión cuando se ven las colchonetas es de incomodidad, luego descubriría lo bien que se duerme. El recibimiento de la hospitalera fue fantástico. Era una alemana enfermera que se había enamorado del camino y vivía todo el año en el mismo en los diferentes albergues de la Asociación. Su sonrisa manifestaba un corazón sincero y abierto que invitaban al peregrino a que se sintiera como en su casa. Tanta amabilidad y simpatía me decidió definitivamente a quedarme aquí. Nos sentamos en el salón mientras que nos invitaba a tomar una infusión con sabor a fresa. Se preocupó por mi pie y se ofreció a levantar el apósito y a limpiarlo, cosa que le agradecí pues era mejor que una profesional lo hiciera. La herida estaba mucho mas seca y me aconsejó que continuara con las sandalias durante unos días más y que la mantuviera tapada. Aprovechando la cura nos dio una clase sobre el calzado y sobre por que sufrían tanto los pies. Para ella las botas ayudan a caminar porque sujeta el tobillo, pero tienen el inconveniente de que son muy cerradas. Para la montaña donde el paso de ascensión es lento y la bajada peligrosa por la postura del pie son ideales, pero para el camino en el que su mayor problema es las muchas horas, sería conveniente conseguir algo con suelas duras, aunque no rígidas, y que estuviera suficientemente aireado el pie. A las cinco de la tarde nos fuimos a una reconstituyente siesta antes de que a las 8 de la tarde iniciáramos una maravillosa cena peregrina. -                                             Kilómetros.- 24.
-                                              

Día 6. Bercianos del Real Camino – Mansilla de Mulas. 1-05-2003

 Me desperté a las 6de la mañana después de pasar una noche en la que no me enteré. Creo que me desperté sólo una vez para ir al servicio. La colchoneta había sido mucho más cómoda que su apariencia presagiaba. Aguanté hasta las seis y media para levantarme, no quería despertar a mis compañeros. La hospitalera había dejado preparado el desayuno en la cocina para que nos sirviéramos nosotros mismos. Tomé una taza de cola cao y un par de magdalenas, que me dieran el ánimo y la fuerza necesaria para emprender una nueva andadura. En la caja de la entrada donde se dejaba la voluntad, dejé lo mismo que en los albergues privados más una cantidad más por la cena y el desayuno. Hay que compensar los gastos y dejar algo más para que sitios como este perduren, pues hacen que la camaradería y el espíritu del camino se incrementen. Nada más salir se vuelve a coger el andadero artificial que sólo nos da monotonía y rutina. Hice sólo el recorrido pues volví a salir el primero y sin entretenerme en demasía. La gente a primera hora les cuesta ponerse en marcha. El camino aunque llano ya no era tan monótono o por lo menos a mi no me lo pareció, mi ánimo, estaba feliz por la experiencia vivida. Me sentí mimado en un lugar como Bercianos, y mis fuerzas renovadas. El recorrido me llevó en un par de horas hasta Burgo Ranero. Nada más llegar supe por que se llamaba de esa manera. Un par de charcas grandes se podían distinguir a la izquierda donde el croar era continuo y penetrante en una mañana que amenazaba con muchísimo calor. Por la calle que pasé no encontré ninguna tienda abierta y no quise desviarme para ir a un bar, así que pasé sintiéndome fuerte aunque ya llevaba dos horas andando. De nuevo en el andadero se distinguían grandes distancias y volví a sentir las soledades, pues aunque el camino va junto a una carreterita esta es totalmente solitaria. No pasó ni un solo coche en todo el recorrido. La vista se podía perder en el horizonte y los pensamientos y los recuerdos volvieron a mi cabeza. De vez en cuando en el andadero te encuentras unos banquitos blancos que decoran el paisaje pero son para mi una ruptura total de la armonía mesetaria. Este tramo de trece  kilómetros desde Burgo a Reliegos se me hicieron bastante pesados y en la última hora sólo pensaba en llegar. Había cometido el pequeño error de no parar un poco a descansar en Burgo y convertí 3 horas en cinco. Cuando quedaba una hora paré un rato en uno de los banquitos con un matrimonio valenciano que estaban realizando su camino en etapas cortas. Se les veía felices de poder estar aquí. Habían soñado durante toda su vida laborar con realizarlo, pero los hijos y las necesidades económicas se lo habían impedido. Ahora ya jubilados  el tiempo no era un inconveniente. Hacían etapas de 12 o 15 kilómetros y alternaban albergues y pensiones. Se notaba en sus felices rostros el haber conseguido un objetivo soñado durante muchos años. Las cosas cuando cuestan y al fin se consiguen, generan en nosotros los seres humanos una felicidad inmensa, lo fácil se valora poco. Me contaron que durante años habían estado recopilando libros e informaciones del Camino y antes de iniciarlo ya conocían la historia y las características de los pueblos por donde pasaban. Estas informaciones ahora les servía para valorar más el entorno. Calculaban que tardarían en llegar unos cincuenta días desde que salieron de Roncesvalles Cuando me quedé de nuevo sólo medité la idea que había leído en algún sitio de que el camino hay que realizarlo en tres tempos, uno antes, donde se absorbe la documentación del viaje y los sueños vuelan en imaginar como serán las cosas. Después durante, en la que se tiene que fundamentalmente vivir la realidad y complementar lo soñado. Y por fin después, donde recordaremos toda la vida la experiencia que se tuvo. Los tres momentos marcan procesos felices y complementarios. Al primero hay que darle el tiempo que necesito y si no lo tenemos o es demasiado corto, nos perderemos el aspecto ilusionante de la aventura y cuando lleguemos a la segunda no sabremos valorar lo que estamos viviendo con la misma plenitud. Con un gran cansancio llegué a Reliegos sobre las 12 de la mañana con más de 20 kilómetros recorridos casi sin paradas. Directamente busque la fuente de la plaza donde me refresque y repose 10 minutos. Llegó Fernando con su ritmo acelerado. Como tenía que esperar a Antonio nos fuimos al bar que estaba al lado y nos metimos entre pecho y espalda una tortilla de patata que me supo exquisita. Me comentó que hoy era su último día de andadura, se les acababa las vacaciones. Juntos recorrimos la legua que hay de Reliegos a Mansilla por unos campos mucho más variados. También se empezaba a notar la proximidad de una gran ciudad. La conversación ayudó a llegar casi sin darnos cuenta a Mansilla de Mulas. Aquí fui directamente al albergue. Me dieron acogida en la primera planta en una habitación de diez literas. Este albergue tiene cabida para muchísimos peregrinos, yo calculo que casi un centenar. Tras una ducha y una ligera colada bajé a despedir a mis compañeros maños. Después de esto fui a reposar en el patio lleno tiestos del albergue. Aunque hacía calor aquí se estaba relativamente fresco. Aproveche para escribir postales a mis amigos y hacerles partícipes de mi experiencia. A última hora salí a dar una vuelta sólo, no me apetecía la conversación y si la soledad. Medité un rato en todos los compañeros que habían ido apareciendo y desapareciendo desde Burgos. Sólo quedaba yo de los que había intimado. Me sentí bien y satisfecho, había conseguido pasar la crisis del tobillo, ya no me molestaba. Había conocido unos albergues maravillosos y sólo llevaba una semana. Con estos pensamientos pasee por las calles peatonales llegando hasta el puente sobre el río Esla, donde me entretuve viendo como corría el agua. Mi cabeza comparó el agua que corre bajo un puente con todos estos pueblos que durante siglos han visto pasar peregrinos.  Compré unos yogures y algo de embutido para la cena en el albergue y a las nueve y media ya tenía la mochila preparada para el día siguiente y estaba tumbado en la litera observando los preparativos de los demás peregrinos. Al alucinante la cantidad de veces que en el Camino se hace y rehace la mochila. Se puede llegar a saber la personalidad de una persona en la forma en que se rellena. Los hay meticulosos y los hay desordenados, los hay austeros y los hay despilfarradores, los hay pulcros y los hay dejados. En algún momento alguien podrá realizar un estudio psicológico teniendo por base la mochila.    -                                             Kilómetros.- 26.

Día 7. Mansilla de Mulas – Villar de Mazarife. 2-05-2003

 Desperté en lo alto de la litera y sentí un cierto agobio. El ambiente en aquella habitación con veinte personas con una sólo ventana era de un calor asfixiante. Algunos peregrinos estaban colocando sus cosas en las mochilas, intentando hacer el mínimo ruido pero para nuestra desgracia utilizaban bolsas de plástico que crujían. Eran las seis y cuarto de la mañana y amenazaba un día muy caluroso. Ante la imposibilidad de dormir me levanté y me asee rápidamente. En apenas 10 minutos estaba en la calle. Eran las seis y media de la mañana, no había amanecido todavía. El puente estaba solitario y no encontré ningún bar donde meter algo al cuerpo. Concentrado en mis pensamientos y viendo como iba amaneciendo llegue en menos de una hora por un camino de concentración hasta Villamoros. Vi un bar que estaba abriendo y no lo dude entre a tomar el obligatoria comida que anima el cuerpo por la mañana. Fue apenas un café con leche y un bollo pero suficiente para terminar de templar el cuerpo. Al salir continué con mi ritmo y en solitario. Algunos peregrinos madrugan mucho, nos despiertan a todos y luego les cuesta ponerse en marcha. Al poco de partir llegue a Puente de Villarente donde hay que resaltar la peligrosidad del puente que da nombre sobre el río Porma. En tantos sitios se hacen andaderos o se buscan caminos que alargan recorridos con la excusa de la seguridad y aquí justo lo contrario, meten al peregrino en un atolladero donde los coches pasan a escasos metros de distancia. Este pueblo es una larguísima área de servicios, con bares, restaurante, hostales y gasolineras a lo largo de la carretera nacional.  De aquí hasta León los pueblos se van sucediendo por los extrarradios de la ciudad, donde los polígonos industriales devoran los pensamientos y la moral del caminante. Hasta Puente Castro se va en ascenso pero desde aquí se inicia una bajada hasta León. Este pueblo y la bajada siguiente se hacen por el arcén de una carretera con muchísimo tráfico, convirtiendo este tramo en uno de los más feos del camino.  Ya se sabe que las entradas a ciudades son de forma inevitable trámites que no siempre se pueden hacer por sitios hermosos. Eran las once y media cuando atravesé el Puente sobre el río Torío y me absorbió esta ciudad. Al poco llegue al albergue de las Carvajalas. Estaban limiando el suelo y ya había cinco o seis peregrinos esperando para hospedarse allí. La gente aprovecha para llegar pronto a estas ciudades monumentales y poder visitarlas tranquilamente. La verdad es que León merece la pena. A mi particularmente me agobian en el camino y prefiero el campo y los pequeños pueblos, me encuentro más integrado. En las grandes poblaciones tengo la sensación de estar desubicado. Como era tan pronto decidí continuar y ver hasta donde llegaba. Después de sellar me dirigí a la Catedral por las calles estrechas y llenas de encanto. La explanada de catedral muestra la majestuosidad de este fantástico monumento gótico, sólo comparable con las mejores del mundo. Pasé al interior y me maraville de las prodigiosas vidrieras. Estuve durante diez minutos sentado en un banco respirando la espiritualidad que este edificio tiene. Pensé en la Edad Media y en la cantidad de peregrinos que pasarían por este lugar. En ese momento la Iglesia daba acogida en su interior a los pobres peregrinos.  Coincidí con el inicio de una visita guiada (2 €) y no lo dude. Con la mochila a cuestas, no pude dejarla en las taquillas, seguí a la guía por las dependencias catedralicias. El resto de visitantes, en su mayoría españoles, me miraban con extrañeza por mi indumentaria. Ellos iban con ropas informales pero impolutos, en cambio yo iba con mi pantalón corto de deporte, una camiseta sin mangas, unas sandalias con calcetines no demasiado limpios, ya habían hecho hoy 20 kilómetros, y una mochila con una gorra enganchada. No me importó demasiado, y es más me sentí orgulloso de poder haber ido desde la Catedral de Burgos hasta esta otra maravilla andando y como peregrino. Se visitan los claustros y la exposición  y es increíble el patrimonio de la iglesia. Especial atención preste a una fantástica exposición de imágenes de Vírgenes románicas, recopiladas de todas las parroquias de León. Dentro de su sencillez de rasgos marcan una espiritualidad sublime. Bien vale un viaje por sólo ver esta sala llena de esculturas en madera policromada. Este recorrido duró una hora y a la una del mediodía estaba de nuevo en la calle. Me dirigí a San Isidoro y posteriormente a San Marcos, ya sin pararme en visitarlos. Si la entrada es mala, la salida no es mejor, para mi mucho peor. Se llega a Trobajos del camino por aceras. Me llamó la atención el cruce del río Bernesga y después una iglesia pequeñita con un Santiago Matamoros policromado. Se atraviesa por un puente horrible la vía de ferrocarril.  Como eran las dos y cuarto y las piernas las tenía un poco cargadas, decidí parar a comer. Encontré un restaurante lleno de obreros de la construcción y estuve seguro de que era un buen lugar. Cuando entré volví a sentir las miradas de extrañeza por ver un mochilero con unas pintas que se salían de lo normal. Me dieron una mesa en un rincón. El menú del día era contundente, ensaladilla de primero, callos con garbanzos y arroz con leche de postre. Como no había cenado la noche anterior y tampoco almorzado, y del desayuno casi ya no me acordaba, tomé con apetito todo lo que me pusieron. La verdad es que los callos estaban buenísimos. Un café solo completó esta opípara comida.  Después de una hora larga volví a cargar la mochila. Los primeros pasos se me hicieron muy pesados por la comida, por la fealdad del polígono industrial y por el calor. A las cuatro y media estaba frente al santuario mariano de la Virgen del Camino. La fachada con las figuras de los apóstoles y la Virgen me parecieron fantásticos, es increíble que un hombre pueda tener la sensibilidad de Joseph María Subirachs para fundir en bronce semejantes esculturas. Intenté entrar al interior pero estaba cerrado, así que con resignación seguí la marcha.  En este punto se puede ir por la autopista o por el campo. Por la primera se pasa por Villadangos y por la segunda por Villar de Mazarife. Como estaba harto de tanta civilización elegí la segunda. Coincidí con dos peregrinos que uno de ellos llevaba el pie muy mal, lleno de ampollas. Les acompañe un rato hasta Oncina de Valdoncina. Allí en un parque infantil nos refrescamos en una fuente y yo decidí continuar y no esperar al descanso de mis acompañantes. Despacito y con los ojos bien abiertos para ver la campiña leonesa, se ve una inmensa pradera con algún que otro roble. Fue una alegría volver a ver el horizonte que había perdido durante bastantes kilómetros. El campo había cambiado, se notaba que ya o se llaneaba y que los montículos eran más pronunciados, no tenían nada que ver con la monotonía de los días anteriores. Con estas visiones en menos de una hora y media llegue a Chozas de Abajo, un pueblecín casi abandonado a estas horas de la siesta. Sabía, por la guía, que había un bar y pregunté por él a una chiquilla que jugaba con su bicicleta. Muy dispuesta me guió hasta él mientras que me preguntaba si era francés , su madre la había dicho que el camino era el francés y ella había supuesto que eran de esa nacionalidad todos los que pasaban por él. El bar estaba lleno y en las mesas se jugaba al tute. Tomé una tónica y llena la botella de agua me lancé a otra hora de paseo. Estaba ya cansado por esta larga jornada y estaba deseando llegar a destino. Villar de Mazarife me esperaba con su albergue ubicado en una típica casa labriega de dos plantas. Muros de adobe, patio trasero, pequeña cocina y habitaciones pequeñas tanto en la planta baja como alta. Una escalera estrecha y empinada une las dos plantas. La planta superior tiene un corredor de suelo de madera muy agradable. No estaba lleno y Jesús, el hospitalero, me ofreció una cama de matrimonio para mi solo en una habitación pequeña que daba al patio. Dormiría sólo en una cama grande, que lujo. El colchón viejo era cubierto por una manta de lana.  Jesús es tremendamente agradable, un agricultor que después de la tarea diaria se dedica a mantener estas instalaciones. Por la voluntad da todo el calor humano que el peregrino necesita.  Me duche y realicé la colada. A diferencia de otros días sentía muy cargadas las piernas, cuarenta kilómetros es bastante esfuerzo. Despacito y con ropa limpia me dirigí a recorrer el pueblo, quería cenar pronto para irme rápidamente a la cama. Después de unos centenares de metros me encontré con el Mesón Rosi, había leído que era famoso su cocido, así que entré a comprobarlo. Me recibió una señora mayor, Rosi, que con mucho cariño me dijo que tenía que esperar a las ocho para la cena. Tiempo que empleé en tomar una jarra de cerveza con limón y en hablar con esta señora que alardea de su cocido. Cocido madrileño y no leones o maragato.  Me obligó a escribir en su libro de peregrinos antes de empezar a cenar. Como no, tomé el cocido ante el empeño de la misma. Aunque había tomado unos callos con garbanzos para comer el cocido me entró maravillosamente. La verdad es que esta bueno y la cantidad muy abundante. Lo acompañé con media botella de vino de la tierra. Es una sorpresa encontrar un lugar tan pequeño como Villar de Mazarife y donde dan tan buena acogida al peregrino. A las nueve y media ya me encontraba en la cama con las piernas muy cargadas, tuve que tomar una aspirina que me relajara y me hiciera descansar mejor. En este día no tenía intención de hacer tantos kilómetros pero el camino me llevó, y así debe ser. Nosotros tenemos que dejarnos por lo que él nos imponga. -                                             Kilómetros.- 39,8.

Día 8. Villar de Mazarife – Murias de Rechivaldo. 3-05-2003

 

 Dormí de un tirón hasta las siete de la mañana en que sonó el despertador. No se oía nada, estaba en una habitación privada dentro de un albergue. Me encontraba bien pero se notaba el esfuerzo realizado el día anterior. Me levanté y después de asearme emprendí la marcha. La gente ya había partido y por una carreterita llana y sin apenas circulación fui dando cuenta de los primeros kilómetros. El tobillo del pie izquierdo, el contrario al de la herida, me empezó a molestar, pero no me impedía caminar. Después de unos seis kilómetros se acabó la carretera y se convirtió en un camino pero aún me quedaban otros 4 para llegar al pueblo de Villavante. Nada me impresionó o despertó la curiosidad, así que continué el camino. Mi mente se entretuvo en el vuelo de unas cigüeñas sobre los campos de cereal. Es curiosa la recuperación de estas aves que hace unos años escaseaban. Parecía que no hacían ningún esfuerzo durante su vuelo, se deslizaban entre los aires puros de estas tierras.  Eran las once y cuarto cuando llegue a Hospital de Órbigo, donde pase por su famoso puente, donde se desarrollaron las conocidas fustas. Este puente romano está rodeado de arbolado y praderas la mar de apetecibles después de pasar por el páramo en un día de calor. Durante todo este tramo no me encontré con ningún otro peregrino. Ahora os contaré la historia de este puente espectacular. El puente de 19 arcos sobre el río Órbigo, de origen romano aunque remodelado en el siglo XVIII, es famoso por un suceso histórico que le dio fama. En 1434 el caballero leonés don Suero de Quiñones organizó un torneo de armas, retando a todo caballero que quisiera transitar por el puente, a romper tres lanzas contra él y sus nueve acompañantes. Todo para conquistar a su dama Leonor Tovar. Se corrieron 727 carreras y se rompieron 166 lanzas durante un mes, con la excepción del día de Santiago. Cumplido el torneo -sólo murió un caballero- peregrinaron a Santiago donde entregó al apóstol una cinta azul que pertenecía a su dama. Don Suero, 24 años después, moriría en otro torneo contra uno de los caballeros que había vencido en el Paso Honroso de Órbigo.” Pasado el puente paré en un bar a tomar el desayuno. Tras un descanso de media hora recorrí las calles de este pueblo donde las mujeres con sus bolsas hacían la compra diaria.  Volví a salir al camino y el paisaje volvió a cambiar para convertirse en pequeños montes que amenizaban el recorrido. En una hora más llegue a Villares de Órbigo donde paré a tomar una coca cola en el bar del pueblo.  Media hora después llegue a Santibáñez de Valdeiglesias un pueblo pequeño con un albergue en la antigua casa del cura. Entre en él y reposé un rato hablando con unos peregrinos. Había uno de Almería que presumía de sus etapas largas, me pareció que era uno de esos que fanfarronean cuando la realidad puede ser otra.  El frescor del lugar y el cansancio del día anterior me tentaron a quedarme, pero eran solamente la una de la tarde y no me apetecía encerarme entre aquellos muros sin hacer nada. El pueblo es muy solidario pero no ofrece ningún atractivo excepto la tranquilidad. Salí del pueblo por una finca de ganado vacuno donde podía ver a unas cuantas terneras en el establo. Con paso lento y sosegado emprendí un bello recorrido por unos arbolados que me llevaron hasta el alto de San Antón donde un cruceiro y unos bancos de piedra animan a la parada. Cosa que hice. El pie me empezaba a molestar bastante. Tras este descanso de media hora emprendí la marcha hacia Astorga. A las 5 de la tarde con un calor importante llegué al centro de esta población digna de una parada turística  Son impresionantes el palacio episcopal de Gaudí, su Catedral y las murallas. Visité el palacio y la sensación que tuve fue la de entrar en un castillo de hadas y cuento. La genialidad de Gaudí se hace patente pues con toques modernos integra perfectamente el edificio en un entorno eminentemente gótico. Pude visitar sus salas con la mochila al hombre. Dentro, disfruté del frescor y de la soledad, a esas horas apenas tenía visitantes. Eso si, me cobraron 3 euros por el recorrido, ninguna consideración por ser peregrino. La catedral la visite por el exterior, estaba cerrada y hasta las 19 horas no la abrían. Estaba cansado y me apetecía un lugar tranquilo donde descansar, así que decidí marchar a Murias de Rechivaldo que sabía tenía un pequeño albergue. La solanera era importante pero poquito a poco llegue al cruce de la carretera a Murias y encontré un bar donde tomarme una cerveza con limón. Estuve parado un rato y con mucho calor reemprendí la marcha hasta la pequeña ermita del Ecce Homo donde pude ver su interior y su famosa imagen. Pasé por encima de la AP-6 y en tres cuartos de hora llegué al albergue. Tuve que conseguir la llave en una casa próxima. Este era una antigua escuela hoy convertida en albergue. Se compone de un gran salón con colchones y dos habitaciones con dos literas, y por último dos baños pequeños pero ambos con duchas. Me acoplé en una de las habitaciones y después de una ducha estuve casi dos horas reposando. Estaba agotado y el pie me molestaba. Era claro que tenía un principio de tendinitis. Cuando salí a cenar no había llegado nadie al albergue. Cené en uno de los restaurantes y a las 10 estaba en este albergue, por esta noche privado. Hay días con compañía y días solitarios, depende de cómo te encuentres. Disfruté de mis pensamientos y de una ciudad preciosa como es Astorga. -                                             Kilómetros.- 35,2.


 

Día 9. Murias de Rechivaldo – Rabanal del Camino. 4-05-2003

 

El día anterior no tenía intención de hacer tantos kilómetros pero el camino me llevó, y así debe ser. Nosotros tenemos que dejarnos hacer por lo que él nos imponga. Me levanté como todos los días a las 7 de la mañana con el cuerpo descansado y el pie con dolores cuando caminaba. Decidí hacer una etapa corta para intentar recuperarme. Deje la llave en el buzón, donde me dijeron, y empecé el camino lentamente por que el dolor me impedía mi ritmo normal. Al poco de comenzar me encontré un peregrino de Madrid que había visto la tarde anterior en Astorga. Levaba buen paso y enseguida me adelantó. Sobreponiéndome a mis molestias le seguí a una cierta distancia, para que fuera un estímulo a mi paso. Conseguí seguirle durante un par de horas hasta el Ganso. El terreno era claramente en ascenso por campos muy hermosos. Pasamos a cosa de una hora por Santa Catalina de Somoza. El dolor era casi insoportable, por lo que decidí ponerme de nuevo las botas para que me sujetaran mejor el pie, pero el dolor seguía estando ahí. En el Ganso paramos en el bar vaquero donde tomé el desayuno del día. Estuve parado durante una hora. No tenía prisa en llegar a Rabanal. Cuando reemprendí el camino el dolor continuó. A las 12 de la mañana llegué a Rabanal, donde se acabó la etapa por hoy. Empecé a tener dudas si podría continuar mañana, pero decidí descansar y ver que pasaba. Me quedé en el albergue privado del Pilar. Fui el primero en llegar y pude escoger la primera litera. En el patio descansé durante todo el día dándome masajes con voltaren crema. Desde mi rincón pude observar la llegada de los peregrinos y charlar con algunos de ellos. El sitio es tremendamente agradable y sociable, ayudando mucho la amabilidad de la hospitalera. Comí un trozo de empanada y la siesta fue inevitable para el buen reposo del pie. Sólo por la tarde me animé y me decidí visitar este pequeño pueblo. En la iglesia románica hay una comunidad de monjes que todas las tardes rezan las vísperas con un rito antiguo y lleno de espiritualidad. Es digno de observarlo pues la paz interior llena los corazones de los asistentes. Es como una sobredosis de tranquilidad y misticismo. Esta localidad de casonas macizas de piedra sirvió de avanzadilla de los Templarios de Ponferrada para proteger a los peregrinos hasta su llegada al Bierzo. Rabanal fue también albergue (en la Casa de las Cuatro Esquinas) de Felipe II en su peregrinación a Santiago. Desde esta villa, según la leyenda, Carlomagno y su fiel caballero bretón Anseïs contemplaban Astorga y Sahagún. Durante la Edad Media existieron varios hospitales e iglesias. Los peregrinos paraban aquí a recobrar fuerzas y agruparse para pasar las cumbres del peligroso monte Irago donde acechaban los bandidos. Antes de entrar en el pueblo se encuentra la ermita de la Vera Cruz, ya en la calle Mayor se pueden contemplar la ermita de San José y el Hospital de San Gregorio. En la parte alta del pueblo se halla la iglesia parroquial de Santa María, uno de los pocos ejemplos románicos que se pueden encontrar en esta zona. Pese a tener 60 habitantes mantiene tres refugios, además hay una tienda que vende pan y algún hostal donde se puede comer.  -                                             Kilómetros.- 15,9.

 

 


Burgos - Terradillo de los Templarios

Burgos - Terradillo de los Templarios

Prólogo Continuación

Ya se acerca de nuevo el momento de continuar la aventura dejada hace seis meses. Ahí llegue hasta Burgos, no pudiendo continuarla por la lesión del tobillo que me producía un dolor considerable que afectaba a mi estado de ánimo. También el mal tiempo tuvo su influencia, en octubre tuve cuatro días seguidos de lluvias que incrementó la tendinitis.

Una vez recuperado, mi cabeza volvió a planificar la continuación. En enero comencé a entrenarme de nuevo. No estaba dispuesto a sufrir otra dolencia por la falta de preparación. Estuve durante tres meses andando de 3 a 5 horas diarias y los fines de semana me iba a la sierra a pasear durante todo el día.

También había aprendido que el peso era un lastre que había que reducir al máximo. Un semana con una mochila a tope podría terminar derribando a cualquiera. Así que monté una mochila con sólo 7 kilos. Esperaba que el tiempo me respetara. Mi cuerpo más de cuatro días de lluvia no lo soporta bien y mi ánimo se deprime.

Compré el billete del autobús que va a Burgos a primera hora de la tarde, para llegar al albergue antes de las ocho. Esto me permitiría un rato de charla con los peregrinos e ir integrándome en el mismo.

El nerviosismo volvió la noche anterior a la partida y las dudas también. Todo son preguntas, aunque he de reconocer que haber estado y saber lo que podía llegar a pasar me alivió bastante.

La mañana antes de la partida fui a trabajar teniendo todo preparado. A la una me fui para casa para cambiarme y recoger la mochila, no quiero perder ni un minuto de mi tiempo de vacaciones. Esto también me impide pensar demasiado.

El autobús se coge en la Avda. América y puntual se puso en marcha. El viaje fue rápido y cómodo, y a las 18:30 estaba ya en la estación de Burgos.

Ya con la mochila me dirigí lo primero a la Catedral. Yo considero que esta es una de las más maravillas catedrales del mundo y me es imposible pasar por esta ciudad y no visitarla con un cierto detenimiento, siempre encuentro detalles y lugares que me embelesan. Sus torres gótica me hicieron sentir de nuevo peregrino.

De allí me fue hasta el albergue del parque del Parral. Los días anteriores había estado lloviendo y la tarde amenazaba tormenta, aunque de momento la luz era espléndida.

Ante el albergue lo primero que distinguí fue un gran charco de agua que impedía el paso franco a la caseta prefabricada de los dormitorios, y era necesario andar con cuidado para no mojarse. Sellé y tomé posesión de la parte de abajo de una litera cerca del baño. Las sensaciones se repetían respecto a la última vez que estuve aquí. Hay demasiadas literas aunque tuve suerte de que no estuviera demasiado lleno.

La cama de arriba estaba ocupada por un madrileño llamado Miguel que también iniciaba hoy el camino. Estuvimos hablando un rato de nuestras anteriores experiencias. El realiza el camino en trozos de 6 o 7 días. Esta vez va hasta León.

También estuvimos hablando con dos señores que terminaban hoy. Habían empezado en Roncesvalles y nos contaron que habían tenido varios días de lluvias y que se iban con mucha pena.

Pronto me metí en la cama con el ansia de que el tiempo pasara rápidamente y así empezar a caminar y volver a sentir viejos sentimientos.


 Burgos – Castrojeriz. 26 de abril del 2003

La noche pasó tranquila aunque me desperté tres o cuatro veces. A las cinco de la mañana me desperté definitivamente y estuve repasando el camino desde Roncesvalles que había realizado en octubre. Volvieron a mi cabeza momentos, personas y paisajes tan añorados por mi. También recordé lo que decía la guía del día de hoy, esta anuncia un recorrido llano en los primeros kilómetros y luego subidas y bajadas a tres mesetas, en principio un autentico sube y baja.

Con estos pensamientos y poco a poco las manecillas del reloj fueron avanzando. Cuando anhelamos que pase el tiempo ¡que despacio va!, pero cuando queremos lo contrario, ¡VUELA!.

A las seis y media empezaron los ruidos de los más madrugadores. Sin pensarlo, me levanté y tras un rápido aseo metí en la mochila el saco y salí al exterior.

Yo habitualmente en el camino, dejo la noche anterior todas las cosas ya recogidas y sólo queda fuera el saco y la ropa que voy a utilizar al día siguiente. De este modo en muy poco tiempo, y con muy poco ruido, estoy dispuesto. La ropa con la que ando es un pantalón corto de deporte, una camiseta de algodón, la gorra, unos calcetines sin costuras y las botas o sandalias, según la etapa. Cuando hace fresco me pongo un polar con cremallera.

Esa mañana salí con el polar, la noche había estado lloviendo y hacía fresco, el cielo estaba despejado y el día sería claro y soleado.

Fui el primero en salir. Por el parque hacia la puerta del Rey fui dando mis primeros pasos de peregrino que me llevarían a los pies del ansiado destino, Santiago.

La salida de Burgos se hace mucho más deprisa que la entrada. Se coge un camino agrícola que en algún momento se mete en medio de una hermosa chopera, que a esas horas y entre dos luces parece fantasmal. En una hora por camino llano se llega a Villalbilla. Este pueblo se pasa por la zona periférica donde un sábado a las 8 de la mañana no hay ningún servicio para el peregrino.

Ya empezaba a necesitar un desayuno adecuado. Esta mañana no había tomado nada por los nervios de la partida.

De este pueblo a Tardajos se atraviesa un entramado de carreteras en construcción bastante desagradable y peligroso. Pero con resignación y sin pensar demasiado en el entorno y mucho en mis propios pensamientos fui avanzando por este recorrido no demasiado bello. A las 9 llegue a Tardajos después de atravesar el puente del Arzobispo sobre el río Ubierna.

En Tardajos pude desayunar en un bar al lado de la Iglesia de la Asunción. El bar estaba recién abierto y me ofrecieron croisanes calientes, que sin dudarlo acepté.

A los 20 minutos reemprendí la marcha por la carretera que en poco tiempo atraviesa el río Urbel por un puente. Rabé se encuentra a menos de dos kilómetros. En este pueblo hay un albergue que ofrece café al peregrino a esta primera hora. Yo no paré pues acababa de desayunar.

A la salida del pueblo hay una ermita con dos caminos que se vuelven a reunir más adelante, concretamente 5 kilómetros después. Las flechas marcan él de la izquierda y ese cogí. Pero cuando llevaba medio kilómetro, un agricultor se me acercó y me dijo que por el otro había visto una peregrina con un niño en un carro, y que si cambiaba de recorrido la podría ayudar, pues el barro la entorpecía muchísimo el recorrido. Me pareció absurda la situación, pero ante la insistencia retrocedí y tomé el otro camino agrícola. Este estaba mucho más definido y seguro que más utilizado por los tractores pues su firme era mejor.

A los 10 minutos encontré un ciclista quitando el barro de las ruedas en una acequia. Le pregunté por la peregrina y no la había visto. Así que  continué. Al poco rato en la distancia la vi y la di alcance. Estaba tirando, o mejor empujando, de un carro plegable de niño, con el correspondiente chaval de 3 o 4 años encima, en la bandeja del carro las cosas del niño y ella con una mochila abultada. Le costaba mucho avanzar,  las ruedas del carro se llenaban de barro y se bloqueaban, haciendo difícil moverlo y adelantar camino.

Eran franceses y el niño se llamaba Mateo, habían empezado el Camino el día anterior en Burgos llegando hasta el albergue de Tardajos. Hoy pensaba llegar a Hornillos, pero la lluvia de la noche  había creado un pequeño suplicio para ella.

La ayudé a tirar del carro hasta el alto. Era agotador, pues además de la mochila era necesario empujar de la silla con el niño encima y con un barro que clavaba. Fueron tres kilómetros no demasiados empinados pero sudé  de forma inolvidable.

En el punto donde se juntan los dos caminos me despedí de ella y del niño, ellos querían descansar un rato en la meseta, tomando el sol y respirando el aire límpido de la mañana.

Bañado de sudor recorrí tranquilamente el alto, sufriendo un aire fresco bastante desagradable. El día estaba muy limpio y trasparente, sólo algunas nubes algodonosas atravesaban el cielo.

En la bajada, y ya casi en el cruce de la carretera de Estepara a Villanueva, me junté con una pareja que hacían etapas cortas. Habían empezado en Roncesvalles y hoy desde Tardajos. No pensaban llegar más allá de Hornillos. Hablando y comentando nuestros caminos llegamos a la famosa plaza del Gallo. Visité el albergue e intenté hacer lo mismo con la iglesia pero fue imposible al estar cerrada, cosa muy habitual en todo el camino.

Mis acompañantes se quedaron en la puerta del albergue esperando a terminaran de limpiarlo. Busque un  bar donde me ventilé un bocata de los que levanta un muerto.

Con las fuerzas renovadas, al salir del bar me encontré a Miguel, el peregrino de Madrid. En un suave ascenso y por un camino carretero perfectamente señalizado se llega hasta el arrollo Sambol. Aquí la guía marca que hay un albergue a la izquierda. Decidí visitarlo mientras Miguel continuó adelante.

A cosa de medio kilómetro, hay una casa rodeada por una pequeña valla. Todo ello pintado con dibujos de colores llamativos, que rememoran las épocas medievales y un hermoso juego de la oca, en medio de la nada este albergue parece un oasis de tranquilidad. Con el ejercicio realizado las tentaciones de quedarse fueron muy altas. Estaba cerrado y un cartel anunciaba que el hospitalero tardaría un par de horas. Disfrutando de la alameda toda verde y por un banco de madera, descargue la mochila y me lavé en la fuente de aguas heladas, sentándome a continuación a descansar un rato.

Cuando estaba reposando vi a una peregrina de unos sesenta años que estaba sentada junto a un árbol. No hablaba casi español, era alemana y con mi pobre inglés  Tuvimos una agradable conversación. Decidimos reemprender el recorrido aunque su paso era lento y pausado, pero no me importó, hay momentos que valoro una conversación inteligente y tranquila.

Sin darnos cuenta desandamos el recorrido hasta el puente y luego por una suave cuesta ascendimos la tercera y última meseta del día. Al poco encontramos que el camino se hacía casi impracticable por el mucho barro. Las botas se llenaban de barro, haciendo muy engorroso el caminar. Terminamos haciéndolo por el sembrado, que con la hierbas permitía un paso más cómodo.

Esta alemana se llama Marie y todos los años hace largos recorridos por todo el mundo. Fue fascinante su descripción de su estancia en los parques naturales del Canadá.

Con una conversación fascinante y, mucho más deprisa de lo que yo deseaba, en poco más de una hora y cuarto nos encontramos el pueblo de Hontanas. Este se encuentra en el fondo de una hondonada. Es curioso que no se ve hasta que se está encima del mismo. Se llega con una bajada pronunciada que nos lleva a la bella Iglesia de la Inmaculada del siglo XV. Casi enfrente, se encuentra un reformado albergue que tiene todas las comodidades.

Aquí nos encontramos con Miguel que estaba descansando en un poyo a la puerta del albergue. Eran sobre las tres de la tarde y el hambre arreciaba, la hospitalera nos ofreció un magnífico bocata de salchichón y una coca cola. Más que comer devoré mientras que mis pies descansaban después de 29 kilómetros.

Siendo todavía temprano, decidí con Miguel continuar hasta Castrojeriz. Después de despedirme de Marie reemprendimos el paseo.

Al poco de iniciarlo encontramos un señor mayor que nos ofreció un trago de la bota de vino y nos invitó a entrar en el patio de su casa. Este estaba bellamente decorado con raíces de árboles. Fueron sólo 10 minutos pero valió la pena que nos explicara como recogía las raíces y como las mimaba hasta formar auténticas esculturas con formas un poco fantasmales.

En seguida se atraviesa la carretera y por un puente un pequeño río. Ya por camino y siguiendo la margen derecha del río se continua durante unos cuatro kilómetros. El sol empezaba a apretar y en esta hondonada se notaba más. Al poco se llega a la carretera que antes atravesamos. Esta tiene muy poco tráfico pero es conveniente recorrerla por su margen izquierda pues algún que otro coche pasó.

A los 20 minutos aparece el simbólico arco del Convento de San Antón. Estaba cerrado y no nos quedó más remedio que continuar.

Este convento en ruinas fue construido sobre el palacio y la huerta del rey Pedro I de Castilla. Este convento fue erigido por los antonianos, que se dedicaban a cuidar de los enfermos que llegaban haciendo el Camino, sobre todo de los que presentaban la enfermedad llamada del fuego de San Antón. Este monasterio estuvo bajo la protección real, por eso hay escudos reales en la portada de la iglesia y en las claves de las bóvedas. Lo fundó Alfonso VII en el siglo XII y las ruinas actuales son del siglo XIV. El hospital tuvo mucha importancia. También es destacable que la cruz llamada Tau o Thau, fue usada por el fundador de la orden en memoria de la liberación de los primogénitos de los hebreos, los cuales tenían sus puertas marcadas con este símbolo.

En un prado a la derecha Miguel me dijo que se paraba a descansar, yo aunque cansado estaba deseando llegar a destino así que seguí la marcha por la carretera en un terreno totalmente llano. Los dos kilómetros de recta se me hicieron especialmente largos. El cansancio empezaba a hacer mella. Los prados estaban verdes y los cereales altos. Me entretuve en las olas que formaban con el poco viento que corría. Al fondo se podía ver la Colegiata en lo alto. El paisaje era tremendamente bello en estos días de primavera.

Cuando llegue a la Colegiata me dejó impresionado la belleza de su fachada. Intenté visitarla pero tuve la mala suerte de que el sábado por la tarde no se aceptaban visitas, así que entre en el bar que hay enfrente a tomar un refresco, que bien me hacía falta. Según me contó el propietario del bar, este pueblo fue la antigua Castrum Sigerici, y tiene forma de pueblo del Camino. Esta configuración es una calle, por la que pasan los peregrinos,  que recorré toda la población teniendo a su vera los edificios más representativos.

También hay un castillo en lo alto fundado por el conde Nuño , que defendió la fortaleza a finales del siglo IX contra los árabes. Antes había sido fortaleza celtíbera, romana y visigoda.

Al poco de estar allí volvió a aparecer Miguel y con él nos dirigimos por hermosas calles hasta el albergue, este está situado en la calle del Cordón. Tiene dos plantas, cocina y un patio donde reposar. Nos tocaron las dos últimas camas en el piso de arriba.

Después de una reconstituyente ducha y de reparar la primera ampolla del camino, marché a recorrer sus calles tranquilamente. Aproveché para comprar algo de fruta para el día siguiente y después visité la Iglesia de San Juan. Está en la calle-camino. De aspecto castrense con una esbelta torre y restos románicos en la base de la iglesia. Inmenso templo de 3 naves, bóvedas con nervios que se abren como si fueran palmeras. Perteneció a los templarios y más tarde a la orden de los hospitalarios. En lo alto se ve el rosetón, soberbio ejemplar de estrella de cinco puntas, pentágono invertido que tradicionalmente sirvió para representar el carnero diabólico en contraste con el pentáculo recto que representaba el Hombre Cósmico.

A las ocho y media entré a cenar en un mesón donde coincidí con dos peregrinos que tenían una agradable charla frente a una jarra de vino. Uno de ellos era francés y tendría unos 70 años. Se llamaba André y era agricultor. Había empezado el camino en el centro de Francia junto con dos compañeras de una asociación religiosa del camino, los afiliados a la misma para no hacerlo solos se agrupan, aunque ni siquiera se conozcan de antes. Sus compañeras se habían quedado en Hontanas y el había marchado delante. El otro se llamaba Javier y era un marino mercante jubilado que había iniciado el camino en Burgos el pasado viernes. Hoy venía desde Boadilla.

Hablando de las cosechas y de bouquet de los vinos se paso una agradable cena. A las 9 y media ya estábamos de vuelta en el albergue y deseando dormir para reponer las fuerzas perdidas durante el día.

Esa noche no saque el saco, no era necesario. La manta que tenía en la cama fue suficiente para no pasar frío. A las 10 en punto se apagaron las luces y no me dio tiempo a rememorar mentalmente la etapa, me dormí inmediatamente.

-                                       Kilómetros.- 38,7.

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Castrojeriz – Frómista. 27-04-2003

A las 6 de la mañana me desperté en una habitación un poco cargada. No me atreví a levantarme pues el hospitalero nos había dicho expresamente que no lo hiciéramos hasta que las luces se encendieran a las siete de la mañana. También es cierto que todavía era oscuro y estaba tremendamente cómodo en la cama. Es increíble que durante el camino puedo dormir sin ningún problema de 8 a 10 horas, mientras que en casa es difícil que duerma más de seis y media. Recordé todo lo ocurrido en el día anterior y tuve un especial pensamiento en Mateo y en su madre. ¿Dónde habrían llegado? Lo más probable es que nunca lo sepa. Esto es una realidad diaria del peregrino, conoces gentes que ayudas o te ayudan y luego desaparecen, normalmente para siempre, pero en tu recuerdo prevalecen en el tiempo.

Con estos pensamientos se llego a las siete de la mañana, donde una música gregoriana invita a levantarse a los peregrinos. Tras un rápida ablución bajé con la mochila para empezar el camino. En la puerta el hospitalero nos invitó a desayunar en la cocina. Este gesto se agradece, pues la mayoría de los días hay que conformarse con alguna que otra galleta y algo de zumo. El hospitalero tiene una imponente barba cana y un vozarrón que impone, pero se nota que la bondad se extiende más allá de su ser. Mi experiencia con estas personas con voces de tenor es que ladran mucho, pero esconden una gran bondad, y este no iba a ser una excepción. Tomé un vaso de café, una manzana y unas magdalenas, acompañado del resto de peregrinos.

A las siete y 20 comencé la marcha acompañado por Miguel, Javier y por dos peregrinos maños, Antonio y Fernando. Estos los acababa de conocer. En seguida salí a campo abierto por un camino muy bien marcado que se dirige directamente a un puente y después a una cuesta que parece dura desde la lejanía. Se trata de la cuesta de Mostelares.

Antes del puente ya habían marchado por delante Miguel y Antonio. Yo me quedé con Javier y un poco atrás venía Fernando. La cuesta es tremendamente brusca pero apenas dura 25 minutos. A Javier le costaba subir y le fui marcando un ritmo lento pero constante, haciéndole indicaciones que redujera el paso y que entre paso y paso realizara una respiración. También le indique que no se fijara en la parte alta sino solamente se concentrara en el siguiente paso. Así conseguimos pasar la cuesta sin mayor inconveniente.

Arriba se tienen unas vistas magníficas y es necesario aprovecharla pues en muchos días no volveremos a tener una subida de este tipo. Arriba se quedó Javier descansando y yo marché por la meseta donde un aire fresco revitalizaba el ánimo. La ampolla del pie me molestaba un poco, pero podía soportarlo sin mayor impedimento, estaba todavía fuerte.

En la bajada, también bastante brusca, podía divisar la Tierra de Campos con sus llanuras. Delante podía ver a Miguel y a Antonio que a su vez se habían separado. Paso a paso y con la mente muy despejada fui cruzando diversos caminos hasta que llegue a la fuente del Piojo y después a una carretera comarcal que dirige a la Ermita gótica de San Nicolás.

Esta es una ermita-albergue en la que en el verano hospitaleros italianos de la orden de Malta dan cobijo a los peregrinos. Es un edificio robusto al lado del Puente Fitero. En esta época todavía está cerrado, por lo que no tuve ocasión de visitarlo.

En el puente se termina la provincia de Burgos y comienza la de Palencia, esta  me acogerá durante los próximos días. El puente Fitero fue mandado construir por Alfonso VI.

Aquí es importante rememorar la belleza del camino burgalés. Se inicia en Redecilla del Camino, se atraviesa los Montes de Oca llegando a la espiritualidad y misticismo de San Juan de Ortega. Luego se da un paso por la prehistoria en Atapuerca y por la historia con el gótico más puro en la Catedral de Burgos. Y todo ello con la acogida cariñosa de todas sus gentes.

Con estos pensamientos atravesé el Puente medieval sobre el río Pisuerga. Enseguida se tuerce a la derecha y por un camino se llega Itero de la Vega.

Fue fundado como pueblo de behetría (antiguamente, población cuyos vecinos, como dueños absolutos de ella, podían recibir por señor a quien quisiesen) por Fernando Mentález, el conde contemporáneo de Fernán González que fundó Melgar de Fernamental en la provincia de Burgos. Aparece citado en el poema de Fernán González como uno de los vértices del triángulo que fue el primer condado castellano: Peña Amaya al norte de la provincia de Burgos, Villafranca Montes de Oca al este de la capital e Itero de la Vega al oeste.

El cuerpo ya estaba cansado y necesitaba un reposo, así que busque un bar donde reponer fuerzas. Encontré a mis compañeros que estaban reposando en una mesa a la puerta de una tienda-bar. Quitándome las botas y tomando una apetecible coca charlamos sobre el tramo recorrido. Eran las 10 de la mañana y el día amenazaba calor, ni una sola nube se distinguía.

A las 10 y media reemprendí sólo el recorrido. Este se inicia por un camino parcelario muy recto y perfectamente definido. En la lejanía se ve un pequeño collado al que llegue después de pasar el Canal del Pisuerga. En este tramo coincidí con un grupo de peregrinos de la Asociación de Burgos. Estos estaban haciendo el camino los fines de semana. Era un grupo de unas 50 personas que habían empezado en Itero de la Vega y que llegarían hasta Frómista.

Los fui adelantando pese a llevar yo mochila y ellos ir descargados. Con algunos de ellos charlé y compartí las incidencias del camino. Estas asociaciones permiten mantener las infraestructuras de señalización y albergues. Al mismo tiempo agrupan a todas aquellas personas que han quedado prendadas del camino y  son un medio de que compartan su experiencias y esperanzas.

Con estos amigos superé el collado y en una recta de tres o cuatro kilómetros llegamos a Boadilla del Camino, fueron dos horas muy agradables y en buena compañía.

En Boadilla del Camino es más que destacable su famoso y bellísimo Rollo Jurisdiccional, este monumento representa el lugar donde se impartía justicia a los reos, dándoles de latigazos cuando correspondía. Este acto tan macabro no resta belleza a esta columna decorada del siglo XV.

Al lado se encuentra una hospedería privada donde aproveche para refrescarme y descansar un rato. Eran las 12 y media de la mañana y ya había recorrido unos 20 kilómetros. La ampolla del pie empezaba a molestar bastante, aproveche el descanso para cambiar de calcetines y refrescar los pies.

A la una reemprendí el paseo. A poca distancia se llega al canal de Castilla que será mi acompañante hasta el final de etapa. Esta fue una obra faraónica de la ingeniería civil. Se inició en el siglo XVIII por el marqués de la Ensenada, para transportar el grano desde esta Tierra de Campos hasta el puerto de Santander. Los desniveles se salvaban por esclusas y las barcazas eran tiradas por mulas, así el Canal con unos cinco metros por encima del nivel del suelo y con un ancho de unos 10 metros permitirían un transporte masivo. La obra quedó inconclusa con un recorrido de más de 200 kilómetros. Actualmente sus aguas sirven de canal de riego a las huertas circundantes, también se están haciendo recorridos turísticos. Aprovechando sus aguas es posible ver multitud de aves que lo utilizan de criadero y  para beber.

Con un dolor cada vez más fuerte y haciendo un par de paradas para reposar fui llegando a la esclusa de Frómista y posteriormente a este fantástico pueblo. Digo esto por que desde la lejanía es posible ver las tres obras maestras de este pueblo fantástico venido a menos. Tiene tres iglesias a cual mejor. Una del siglo XI, otra del XIII y por último una del XV. De todas ellas destaca la iglesia de San Martín, uno de los más brillantes ejemplos del románico español.

Después de disfrutar de una primera vista de San Martín me dirigí al albergue, donde me recibió una hospitalera que me ubicó en la planta superior. Tras una reconstituyente ducha y de una pequeña colada fui a comer a uno de sus múltiples restaurantes junto con los maños, Antonio y Fernando. Estos son compañeros de trabajo que todos los años dedican una semana para realizar el camino. En esta ocasión empezando en Burgos quieren llegar hasta León.

Con la barriga llena la siesta fue imprescindible.

Me desperté con el ruido de los peregrinos que iban llegando, muchos de ellos eran los mismos con los que había estado en Castrojeriz y otros que venían desde Hontanas. Para evitar el bullicio salí a conocer las maravillas de esta población junto con Miguel.

Visitamos las tres iglesias y quedamos anonadados por la hermosura de San Martín. Después nos sentamos en una terraza tomando una apetitosa cerveza mientras que departíamos con los sucesos del día.

A las ocho y media nos juntamos los cinco que habíamos empezado el día para hacer una cena comunitaria a base de embutidos y frutas que aportamos entre todos. Estas cenas son muy satisfactorias para relacionarnos y vivir un poco más el camino.

Esta jornada ha sido variada y amena, desde mañana el camino empieza a ser mucho más austero y monótono. La llanura nos acompañara de forma cruda durante las próximos días, y se añorarán las subidas y bajadas. Nuestros ojos no tendrán el límite y no habrán montañas que nos hagan perder la línea de horizonte.

-                                       Kilómetros.- 24,9.

 


Frómista – Carrión de los Condes. 28 de abril del 2003.

La noche pasó en un suspiro. Muy temprano empezaron a oírse ruidos de plástico y movimientos de peregrinos madrugadores. A las 6:30 decidí levantarme pues ya era imposible seguir en la cama con tanto ruido.

En seguida me preparé y con una pequeña molestia en el pie derecho debido a una hermosa, en cuanto a tamaño, ampolla. Estaba “gorda” e inflamada.

Pese a estas condiciones me era posible todavía andar con soltura y sin demasiado dolor. Estas dolencias son debidas a los excesos, ayer como primer día había andado casi 40 kilómetros, lo cual para un primer día es excesivo para mi. Las ansias de estar en el Camino me hicieron alargar demasiado la etapa.

Nada más salir busqué un bar para tomar café y encontré uno que estaba recién abierto y que todavía estaba limpiando. Amablemente me sirvieron un tazón de café con leche y dos magdalenas.

Ya con la barriga llena y la cabeza despejada comencé el paseo. Este es por un andadero perfectamente marcado, paralelo a la carretera. Así es durante los 20 kilómetros de la etapa. Sólo se despista el andadero en los pueblos. La mayoría del mismo es llano y resto. Solos los poyos que marcan el camino rompen la rutina.

Entre dos luces pase el puente sobre la autovía e inicie el camino. Se podía palpar la amplitud de la llanura, se distinguían muchos kilómetros a la redonda.

Aunque no había sido el primero en levantarme si fui el primero en iniciar la andadura, así que no tenía a nadie por referencia.

Como entretenimiento de mi mente me dediqué a contar cuantos kilómetros hacia por hora. En este tramo es muy sencillo, sistemáticamente cada kilómetro hay un poyete con la distancia. Llegué a la conclusión que mi paso era de 5 kilómetros a la hora.

Ante esta monotonía la cabeza volaba en pensamientos y recuerdos. La rememoranza de momentos y lugares es inevitable cuando la soledad nos acompaña, el único elemento que distorsiona es la cercanía de la carretera. Yo intenté centrarlos en sitios felices y positivos que me dieran buenas sensaciones. Conseguí durante muchos tramos que mi cuerpo estuviera en el camino pero mi mente vagara por los senderos del recuerdo y de mi historia. El tiempo se me abrevió cuando me olvidaba de donde estaba.

Sólo la llegada a pueblos como Población de Campos me apartaba del andadero durante unos centenares de metros y me hacían despistarme de los pensamientos. Este pueblo tiene un albergue municipal en las antiguas escuelas. No es demasiado utilizado al estar tan cerca de Frómista, algo menos de 4 kilómetros. La distracción de este pueblo apenas de duró 5 minutos, el andadero de tierra y las piedrecitas blancas continuaron.

En esta población es posible escoger una variante que aleja de la carretera durante 6 kilómetros. La ampolla de mi pie empezaba a protestar así que decidí continuar pegado a la carretera.

Pasé por los pueblos de Revenga de Campos, Villarmenteros de Campos y por último Villalcázar de Sirga. Aquí hice la parada para almorzar enfrente de la Iglesia de Santa María la Blanca. Este es un impresionante templo románico con ampliaciones góticas. Me fue imposible visitarlo, como me suele suceder en numerables ocasiones en el Camino.

Eran las diez y poco de la mañana cuando realicé esta parada para reposar mi dañado pie y alimentar el cuerpo con un fabuloso bocata de tortilla.

En esta parada estuve cerca de una hora, la ampolla se había reventado y la piel levantado. Cuando volvía a calzarme cojeaba ostensiblemente y tenía un serio dolor. Con resignación y con paso lento afronté el último tramo que es algo menos llano que todo lo anterior.

Antonio me alcanzó cuando llevaba 10 minutos andando, y me acompañó hasta Carrión.

Es muy curioso que Antonio tiene un paso muy rápido y aunque va acompañado por Fernando siempre se separa en la andadura, este tiene un paso muy pausado. Aunque muchas veces incomprensible tiene una razón inapelable, cada persona tiene un ritmo de paso que hay que respetar para no dañar las articulaciones. Tan malo es que una acelere el paso como que otro lo relentice.

Con la charla en poco tiempo llegamos al alto de un repecho donde ya es posible ver Carrión, aunque todavía faltan 3 kilómetros para destino.

Nos dirigimos al centro, junto a la iglesia de Santa María del Camino, buscando el albergue. Este se encontraba cerrado y hasta la una no se abría. Aprovechamos para disfrutar el magnífico pórtico románico que escenifica el tributo de las cien doncellas.

Poco a poco fueron llegando los compañeros, primero Miguel y luego Fernando. Cuando estábamos todos reunidos nos replanteamos continuar hasta Calzadilla, pero mi pie maltratado, no podía dar un paso más, y el poder visitar este pueblo con tranquilidad nos convenció a terminar aquí la etapa del día.

A la 13:30 abrió el albergue Margarita, la hermana del párroco de Santa María. Esta es una anciana encantadora que da conversación al peregrino y ánimos para que se sienta cómodo durante su estancia en este albergue. Este alojamiento está compuesto por dos habitaciones grandes con literas. El baño aunque tiene lo imprescindible necesita un repaso importante pues se le ve viejo y un poco escaso para los peregrinos que se pueden llegar a hospedar.

Después de asearnos Fernando y Antonio me acompañaron al centro de salud de Carrión para que me atendieran el pie. Yo me suelo resistir bastante antes de acudir al médico pero ante la insistencia de Fernando, que alardea de haber visitado casi todos los centros de salud, y las molestias no me quedó más remedio. La enfermera me reparó con un mimo increíble mi ampolla, primero levantó la piel y la corto con un bisturí, después la desinfectó y la tapó con un apósito resistente. Me aconsejaron que durante dos días no levantara el vendaje, que lo protegiera con calcetines y que me olvidara de andar con las botas, que no podía tener ningún tipo de rozadura sobre la misma.

Con muchas dudas de cómo iba a continuar mañana salimos del centro de Salud. La verdad que con las sandalias que llevaba la herida no me molestaba y decidí continuar con este calzado pues para retirarse siempre hay tiempo.

Nos fuimos a tomar una cerveza y un bocata que repusiera las fuerzas. Hoy, pese a la herida, había sido una etapa corta en comparación de la de los días anteriores, así que tenías fuerzas suficientes para pasear por las calles de Carrión y visitar la iglesia de Santiago y después llegar a través del puente sobre el río Carrión visitar el monasterio de San Zoilo. Estuvimos un rato largo descansando en el claustro renacentista.

Por la noche cenamos todos juntos en un restaurante cercano al albergue y a las nueve y media ya me encontraba en la cama con las botas empaquetadas en la mochila. En mi cabeza rondaban dudas de si podría continuar y con estas inseguridades me quedé dormido pensando que no había que anticipar las cosas y que el propio camino dictara su veredicto al día siguiente.

-                                       Kilómetros.- 19,2.


Carrión de los Condes – Terradillo de los Templarios. 29-04-2003

La noche fue magnífica y mi única preocupación era como andaría con la ampolla en el pie que me impedía ponerme las botas. Con las sandalias al no presionar en el tobillo no me dolía, pero nunca había andado tanto con sandalias.

Con estos pensamientos y dudas, a las seis y media de la mañana me tiré de la cama. Rápidamente me preparé y salí a la calle. Todos los bares que me encontré estaban cerrados, así que hoy no tocaba desayunar en barra por lo que tuve que tirar de la manzana que siempre llevo como reserva para las emergencias.

Con paso lento, pero sin molestias, emprendí el recorrido por las calles de Carrión. Pasé el puente y poco después el monasterio de San Zoilo.

Además de la duda por mi pie tenía el temor por los 17 kilómetros sin ningún pueblo que anunciaba la guía, ella hablaba de un gran reto de soledad. Me propuse que si llegaba como ayer a Carrión, me retiraría en Calzadilla de Cueza. De momento me encontraba muy bien.

Atravesé el cruce de carreteras a la salida de Carrión y por una carreterita secundaria de muy poco tráfico y con un arbolado muy agradable emprendí camino hacia el monasterio de Benevívere. A estas horas de la mañana el frescor estimula el disfrute del Camino, además un precioso amanecer en la naturaleza fortalecen la moral y me llenan de positivos pensamientos. Sin apenas darme cuenta recorrí los primeros kilómetros hasta las ruinas del monasterio, del que apenas queda un recuerdo de lo que fue un centro de oración y acogimiento de peregrinos. A este punto se tarda aproximadamente una hora y media.

Por arte de magia el arbolado desaparece y nos encontramos con un camino recto y llano que permitía ver el horizonte. A la derecha y a bastante distancia se insinuaba la autopista y de frente, casi en el horizonte, sobre una pequeña loma unos arbolitos, a los cuales llegaría dos horas después. A la izquierda se veían grandes fincas de cereal, donde un tractor roturaba la tierra. Las fincas eran enormes, al tractor le costaba bastantes minutos recorrer la longitud de las misma.

Ni por delante ni por detrás había ningún peregrino, estos habían esperado la apertura de los bares para desayunar. Tiempo que yo les llevaba de ventaja, esto me permitía ir en soledad y no tener que compartir conversación. En las primeras horas me apetece ir sólo con mis pensamientos gozando de la paz y tranquilidad del campo abierto.

Mi cabeza volvió a volar por los recovecos de mis recuerdos. Las distracciones eran nulas, mucho menores que en la etapa del día anterior, aquí ni tan siquiera había poyetes que interrumpieran mi marcha.

El vuelo de algunos pájaros y los tractores fueron mi entretenimiento. A las 10 de la mañana llegue a una granja y a un cruce de caminos, allí aproveché para descansar un rato. No se veía a ningún peregrino. El cielo estaba despejado aunque corría algo de aire.

La fila de arbolitos se veía en la distancia y me parecía imposible que el camino no torciera nada y se llegara hasta ellos, cosa que efectivamente hizo. Cuando llevaba casi 4 horas empecé a notar el cansancio y mis ojos trataban de buscar una señal del pueblo de Calzadilla, pero no se podía distinguir nada. Este pueblo está en una hondonada y hasta que se está al lado no se puede ver la torre de su iglesia.

Entre las primeras casas está el albergue. Estaban limpiándolo y me dirigí al único bar-restaurante, donde llegue sobre la 11 y media.

Estaba cansado pero el pie no me dolía. Solté la mochila y me tomé un merecido desayuno. Estaba cansado pero feliz por ver que no solo con las botas se puede hacer el camino. Revisé el apósito del pie y comprobé que estaba perfecto.

Allí estuve parado durante una hora en la que no llegó ningún peregrino.

Con las fuerzas renovadas volví a cargar la mochila y por un terreno algo más ondulado reemprendí la marcha. Agradecí las ondulaciones, me había saturado de la monotonía de la llanura.

A mitad de camino de Lédigos se pasa por los restos del hospital de las Tiendas que entretienen durante un rato al caminante, este nombre viene de que los frailes colocaban lonas en el exterior del monasterio para albergar a los peregrinos durante la Edad Media. En hora y media llegue a Lédigos. Este es un pueblecín sin servicios para el peregrino, a parte del albergue  y del refugio privado anexo al mismo. Aproveche y tome una coca cola que me refrescara.

Estando aquí parado me alcanzó Antonio con su marcha rápida y con él hice la última media hora hasta Terradillo de los Templarios.

Este pueblo casi abandonado de casas de adobe tiene un remanso de tranquilidad en el albergue privado. Este tiene en la fachada una enorme flecha amarilla y una cruz templaria muy grandes que hacen casi imposible saltárselo.

Fuimos los primeros en  llegar. Nos recibió Marisa que nos coloco en una habitación de cuatro personas que compartiríamos con Miguel y Fernando. Las camas tenían sábanas y sería un lugar perfecto de descanso.

Después de la ducha nos sentamos a reposar en el patio rodeados de la ropa tendida del albergue. Los peregrinos fueron llegando durante toda la tarde. Aquí volvimos a encontrarnos con Javier, el marino mercante y con el agricultor francés que ya se había juntado con sus compañeras. Javier tenía una tendinitis y decidió terminar mañana en Sahagún.

Sólo salimos para dar una vuelta por el pueblo. Este apenas tiene diez habitantes empadronados. No había ni tienda ni bar ni ningún servicio para el peregrino. El único sitio que permite alguna comodidad es el albergue privado en el que te venden pan, embutido y la bebida que quieras. Si el camino no pasara por aquí este pueblo sería uno más de los muchos abandonados que ya hay en España.

Por la noche nos reunimos todos los peregrinos a cenar el menú de Marisa (7 €). Este es un negocio seguro en un lugar donde no hay nada y en las proximidades tampoco. Sólo Sahagún tiene los servicios necesarios, pero se encuentra demasiado lejos para hacerlo, se convertiría en una etapa muy larga.

A las 10 de la noche ya me encontraba en la cama dispuesto a dormir y feliz por haber vivido una etapa dura y al mismo tiempo tremendamente hermosa.

Kilómetros.- 26,2.

Los Arcos - Burgos

Los Arcos - Burgos

Día 7 Los Arcos – Logroño (11/10/2002)

       Dormí espléndidamente y aguanté en la cama hasta las 7:30. Cosa que me impuso ir con gente todo el camino.

 

Desayuné en el albergue, croissant recién hecho y café con leche. En seguida cogí la mochila y emprendí la ruta. Hoy era más tarde y se notaba en la luz ambiente, el día anterior había andado más de una hora cuando amaneció y hoy ya lo había hecho. Después de dos días nublados hoy estaba despejado y el aire era puro y la mañana resplandeciente. El espíritu lo tenía elevado y el tiempo ayudaba a caminar después de dos días de lluvia.

 

El camino era llano y blanco y se podían ver las montañas nevadas por los dos últimos días de temporal. Esta llanura permitía ver a los peregrinos a lo largo de los Km. que separaban de Sansol. Al poco rato adelanté a Danny y pese a que intento la charla conmigo continué andando, no me apetecía la charla tan temprano, quería disfrutar de la mañana maravillosa.

 

Un poco antes de Sansol me alcanzó David, el vasco. Con el que estuve desayunando en Torres del Río, y que sería mi acompañante durante toda la etapa. Allí nos encontramos con un paisano que nos habló de los problemas de los pueblos y de las envidias entre sus habitantes. Este personaje me lo volvería a encontrar en Logroño y me hizo un favor importante, más adelante lo contaré.

 

David se metió entre pecho y espalda un bocata de jamón y yo un café con leche, no tenía ganas de comer.

 

Sobre las 10:15 salimos para dirigirnos a Viana. Aquí comienza un constante sube y baja de vallecitos. La primera subida y tal vez la más fuerte es la de la ermita de Nuestra Señora del Poyo. Posteriormente se sube a Cornava y por último se sigue un camino paralelo a la carretera.

 

David y yo fuimos adelantando a gente. En las cuestas yo iba más despacio y se alejaba, pero en el llano le alcanzaba. A mitad del mismo nos encontramos al catalán de Bañolas ayudando, o ligando que uno nunca sabe, con una francesa que se dejaba querer. Ella estaba lesionada en el tobillo y él la acompañaba. Posteriormente alcanzamos a los otros 2 catalanes que estaban cogiendo almendras que se habían caído de unos árboles. Con ellos estuvimos un rato sentados y por fin en el tramo paralelo a la carretera se hizo el gran sprint. David, Enrique (el madrileño) y algún otro empezaron a apretar el paso y yo por detrás a seguirles después de que la última rampa se me atragantó un poco. El único que se resistió a ser alcanzado fue David pero al entrar en Viana se equivocó de camino y yo se lo indique desde la distancia, entonces me esperó y entramos juntos en este magnifico pueblo navarro. Viana tiene unos edificios espléndidos y con unas vistas sin iguales sobre Logroño, aunque el sea el último de Navarra.

 

David y yo después de visitar Viana y esperando la llegada de Emilio y Mariana, con los que había quedado David, nos fuimos a comer a Casa Pitu, donde comimos magníficamente. Al final de la comida llegó el catalán de Bañolas del que nos despedimos pues él se quedaba en Viana y al día siguiente marchaba a casa desde Logroño. También nos despedimos de los otros dos catalanes. Las despedidas en el camino son dolorosas aunque no se contacte muy bien con la gente, cuando esta marcha es como si algo se acabara. La otra vez ya sentí la soledad pero esta vez la he sentido todavía más pues me he despedido de más gente.

 

Después de comer marchamos al albergue donde nos despedimos de Mariana que terminaba el camino y de Emilio que quedó en alcanzarnos en Nájera. David y él quedaron en verse por la mañana en Logroño e ir juntos.

 

Mariana es una muchacha de una mirada encantadora de la que es muy fácil enamorarse. Es tierna y afectuosa. Apenas la había tratado dos ratos y en mi corazón creó chispa. La proporcione mi e-mail y veré si escribe. También comprendo perfectamente que Emilio se quedara prendido de ella y con un comentario continuo de su amor por ella ( 24/11/02 todavía continua).

 

El albergue era pequeño y formado por literas de 3 lo cual era tremendamente agobiante. Pero el entorno donde se encuentra, al lado de una antigua iglesia y con unas vistas magníficas.

 

David y yo sobre las 4 marchamos hacia Logroño. Aunque son sólo ocho kilómetros que se realizaron en menos de dos horas, se hizo muy pesado, eran 6 Km. más que los días anteriores y eso se nota. Las entradas a las ciudades aunque el albergue esté al principio se hacen siempre pesadas. Los polígonos industriales y las carreteras después de todo un día pateando es agotador.

 

En Logroño se llega rápidamente al albergue cosa que se agradece. Pero estando registrándonos al coger la mochila una de las costuras del tirante se descosió. Esto me obligó a después de ducharme y lo más rápidamente posible encontrar un zapatero. Vacié la mochila  y tras preguntar a la hospitalera, que no conocía ninguno, me dirigí a la calle. Iba a preguntar a los policías municipales cuando de repente encontré al paisano de Torres del Río con su mujer y una amiga. Le pregunté y me llevaron a una tienda de marroquinería donde un dependiente encantador cosió y remacho los 2 tirante para que no se volvieran a romper. Me costó sólo un euro. A veces las cosas que más valoramos son las que menos cuestan.

 

A la vuelta al albergue volvía montar la mochila y me esperaba David para ir a tomar unos vinos. Dimos una vuelta con una pareja de vascos, él muy alto y ella muy menudita pero con una sonrisa maravillosa.  Se nos unieron consecutivamente otro vasco Luis Fernando y posteriormente Emilio, Mariana y Enrique. Cenamos de tapas y a las 21:45 estábamos en el albergue. La zona de tapas de Logroño es como las calles de alrededor de la Puerta al Sol. Lleno de bares con tapas.

 

El albergue estaba formado por literas con maderas de separación. Era un poco agobiante por el poco espacio pero las maderas de separación daban una cierta independencia que se agradecía. Cobraron 3 euros sin derecho a desayuno. Había sido un día agotador pues desde las 8 de la mañana apenas me senté una hora para comer. (28 Km).


Día 8 Logroño – Nájera (12/10/2002)

 

Dormí como un lirón, con Luisfer en la cama de arriba y dos australianas en la cama de al lado. Una de ellas llevaba unas mallas sobre un trasero impresionante, sobre todo por la ausencia de sexo desde hacía una semana.

 

Del día anterior tenía una ampolla en el pie izquierdo debajo de los dedos, que molestaba cuando comenzaba a caminar, luego se calentaba y dejaba de doler.

 

Me levanté temprano y salí el primero del albergue. En seguida encontré un bar lleno de inmigrantes donde entre a desayunar. Daba un poco de miedo por las pintas, pero el desayuno primaba sobre el miedo. Tomé café y magdalenas y continué el camino. Eran las 7:30 cuando encontré a Enrique y juntos emprendimos la salida de Logroño. Está confusa la salida y en uno de los parque tuvimos que preguntar. Por fin enfilamos el camino que lleva al parque de la Grájera. Es un camino llano y fácil. Nos encontramos con diversas personas haciendo footing. Enrique quería descansar o ir sólo y paró en un banco mientras yo continué.

 

Me alcanzó un señor que resulto ser el Presidente de la Asociación del Camino de Santiago de Logroño, al mismo le plantee el problema de la señalización y me contó lo que me depararía el día. Con él fui hasta pasado el embalse de la Grájera. Allí nos encontramos a un personaje que ofrece manzanas, peras y galletas a todos los peregrinos. Este hombre ha realizado en múltiples ocasiones el Camino de Santiago vestido con el atuendo tradicional y con un burrito, se encuentra una foto suya en casi todos los albergues. Este año le han operado del bazo y como no ha podido hacer el camino se coloca aquí para dar ánimo a los peregrinos.

 

Es un personaje tremendamente simpático que se despide con un beso y el deseo de un buen camino. Gracias por los ánimos.

 

Mientras estaba conversando me alcanzó Enrique el cual también comió manzanas y galletas. Con él reemprendí el camino hasta Navarrete. Se asciende el alto de la Grájera donde los peregrinos han llenado una valla de cruces, yo puse la mía y continué.

 

En Navarrete volvió a descansar y yo fui al bar a tomar una café y un bocata de beicon con queso. Al rato continué con Enrique.

 

Desde aquí se inicia una constante subida hasta el alto de San Antón. Al principio lo inicie con Enrique pero le deje con sus pensamientos y me entretuve hablando con un señor en una depuradora vitivinícola, me rellenó la cantimplora.

 

Estando en la depuradora me alcanzó un suizo que llevaba 66 días andando. Es increíble la fortaleza de algunos jubilados centro-europeos. Este señor practicaba yoga y era totalmente atlético. Con él estuve andando durante 2 horas, prácticamente sin hablar. Este tramo es de 15 Km. y medio sin ningún pueblo y se hace largo y cansado.

 

En el alto de San Antón paramos a tomar algo. Yo una manzana y unos panchitos. Me encontraba desfallecido, y sólo la incomodidad del suelo y la gran cantidad de moscas que se congregaron alrededor me obligaron a continuar tan rápidamente.

 

En 20 minutos reemprendimos la marcha, aunque se veía Nájera todavía quedaba hora y media para llegar. Este tramo se me hizo agotador y tras pasar el río Yalde por el puentecito de madera dejé al suizo que continuara y yo me descalce y me tumbé en la hierba. Estaba sin fuerzas, el pie izquierdo dolorido y bastante tocada la moral.

 

Estando tumbado hablé con unos ciclistas y me adelantaron las australianas. Al cuarto de hora comencé la marcha y al poco tiempo se encuentran unos poemas escritos en la pared.

 

Entrando en Nájera me alcanzó Enrique, que aunque yo creía que iba por delante, había parado a descansar. Esta entrada se hace muy pesada pues el albergue está en el casco antiguo pegado a la montaña. Llegamos a las 14:30. El hospitalero que nos esperaba era de Bilbao y  estrábico. El albergue es coqueto al ser de madera pero incómodo porque la habitación está en el ático y los baños en el bajo.

 

Me duche enseguida y con Enrique marchamos a comer a las 15:30.

 

A la vuelta, estaba agotado y me eche un rato. Las dos últimas etapas habían sido agotadoras. Y esta última la peor. Por la tarde visite el Monasterio de Santa María y fuimos a cenar con David, Enrique y unas vascas que estaban haciendo 2 etapas del camino, la de Logroño-Nájera y la de Nájera- Santo Domingo de la Calzada. Antes de irnos a la cama me tomé un vodka con naranja que me supo a gloria.

 

El pie le tenía bastante fastidiado pero aguantaba el dolor. Llevaba dos días agotadores pero tenía la esperanza que los dos próximos días iban a ser más suaves. Hoy había hecho 30,7 Km. y las piernas lo notaban.


Día 9 Nájera – Santo Domingo de la Calzada (13/10/2002)

 

Quedé en realizar la etapa con Emilio y su perro Tysson. Es un rottwailer, supongo que se escribe así. Parece pacífico pero tiene sus momentos violentos. Es un tipo de perro guerrero y peleón, aunque esté sólo en algún momento. Bajo este planteamiento salimos con el sol iluminándonos las espaldas sobre las 8. En el refugio nos dieron de desayunar leche y galletas todo por los 5 euros, que fue mi voluntad. Se inicia el camino con una fuerte cuesta que se hizo tranquilamente. Tras la cuesta inicial se recorre una carretera secundaria que nos lleva hasta Azofra. En un bar tomamos el almuerzo y repusimos fuerzas para continuar. Como salimos tarde mucha gente nos antecedía, así fuimos acompañados todo el camino.

 

El siguiente tramo se hizo cómodamente y solamente en un repecho antes de Cirueña emprendimos una aceleración que nos permitió adelantar a 10 o 12 personas. Fue un spring que puso de manifiesto que pese a mi pie podía rendir mejor y que mi forma física iba mejorando.

 

En Ciriñuela, Tysson tuvo una pelea con un perro. Bastante desagradable.

 

También recuerdo que alcanzamos a una siciliana que mostraba orgullosa su cuerpo. Tenía unos amplios pechos rematados por unos pezones en punta que resaltaban sobre su camiseta. ¡Dios como nos haces esto después de 10 días de abstinencia!. Era muy simpática y estaba haciendo el camino con su novio holandés.

 

En Cirueña paramos un rato en la plaza y encontramos a Luisfer y al matrimonio venezolano que adelanté en la etapa de Estella-Los Arcos. Habían  adelantado camino en bus. Daban pena por su cansancio.

 

Después de Cirueña hay una pequeña cuesta que da paso a una recta de más de 2 Km. que muestra la entrada a Santo Domingo de la Calzada. Este pueblo se encuentra enclavado en una llanura impresionante. El campo ha cambiado y de zonas montañosas dan lugar a llanuras. De cultivos de huertas y vides a productos de secano.

 

A la entrada hay un par de almacenes impresionantes de patatas. Daba tentación de coger alguna para la cena. A las 13:00 llegamos a Santo Domingo donde nos duchamos y marchamos a comer. El albergue es muy grande y lo lleva la cofradía del Santo. Sólo estaba abierto el ático formado por camas individuales separadas de 4 en 4. Era un lujo aunque el baño era un poco deficitario, solo 2 duchas para hombres, tuvimos que hacer cola.

 

Esta etapa la definiría como sencilla y reconfortante después de la etapa de ayer. Salimos a las 8:00 y a las 13:00 estábamos en destino habiendo parado en 2 ocasiones un cuarto de hora. Un paseo para estas alturas del camino.

 

Emilio fue a buscar su coche mientras que nosotros comíamos. Coincidimos David, Luisfer y un alemán que no hablaba español. Fue una aventura traducirle los platos, pero conseguimos que quedara satisfecho.

 

En este día Emilio me manifestó que estaba perdidamente enamorado de Mariana y nos pidió consejo a David y a mi. Aunque le animamos y le sugerimos calma, no me extraña que se enamorará de esa forma pues, como he dicho antes, es una persona maravillosa con una sonrisa encantadora. El tema es que fue un flechazo, que le obligada a cada 2 por 3 a estar hablando de ella, cosa que parecía un poco pesado.

 

Después de comer repose en la cama la comida y pensando que Emilio tenía coche decidí descargar peso, concretamente 4 Kg., quité cosas inútiles. Forro polar, chubasquero, camiseta, zapatillas de baño. Fue una pena que tardara tanto en llegar a esta conclusión.

 

Por la tarde estuvimos viendo la catedral y los alrededores. Realmente es un pueblo precioso. Recuerdo como anécdota que cuando nos íbamos a la cama, pasamos por la cocina y vimos a la siciliana pegándose el lote con el holandés, hecho que nos llevo de ironía y de envidia por no ser él de los países bajos. Había sido una etapa suave de 20 Km. realizada en 5 horas.

 

Día 10 Santo Domingo de la Calzada - Tosantos (14/10/2002)

 

Otra etapa en la que fui con Emilio casi toda ella. Etapa que fue sencilla hasta Viloria y muy pesada por el aire, el camino y el tiempo hasta Belorado. Por la tarde hasta Tosantos fue un paseo de 1 hora. Tenía el pie dolorido y me costo calentarlo.

 

En Grañón fuimos al bar y nos dijeron que no había bocadillos. Así que, compré 2 tomates, 3 plátanos y jamón de york en una tienda, luego fui a la panadería donde me regalaron una barra de pan del día anterior, parece increíble.

 

Partí por la mitad la barra y se la di a Emilio. De mi mitad solo pude comerme la mitad y la otra se la di a David. Así que con medio bocadillo, un plátano y un café con leche marchamos. El camino hasta Viloria es sencillo sin complicaciones. Pero cuando afrontamos el tramo final, que marcha junto a la carretera y con un tiempo cambiante, con mucho aire de frente, las piernas empezaron a flojear y la sensación de cansancio se me acentuó. El pie me dolía y me obligó a sentarme a poco menos de 3 Km. de Belorado. También es causa que yo necesita realizar paradas cada 3 horas y cuando se afrontan trechos de 15 o más Km. es necesario reposarlos.

 

La entrada a Belorado, que se realiza cuesta abajo, se me hizo muy pesado. David había acelerado e iba sólo con Emilio y Tysson. En el albergue de Belorado el tiempo era frío y nublado, dejamos las mochilas y marchamos a comer. Sabíamos que en Tosantos se compartía la cena, así que compré espaguetis, tomate frito, pan y chorizo.

 

Comimos en un restaurante donde nos despedimos de David que quería llegar a Villafranca Montes de Oca y mañana hasta Burgos. Yo le dije a Emilio que mi pie estaba mal y que tenía intención de ir muy despacio hasta Tosantos.

 

Así, hecho el planteamiento, después de comer ellos marcharon rápidamente y yo poco a poco y sufriendo bastante con la ampolla del pie, llegue a Tosantos en 1 hora y un poquito.

 

Llegue casi al tiempo de Emilio pues andando, las distancias de 4 o 5 Km. por muy deprisa que hagan, no representan más de 10 o 15 minutos. Tosantos es una aldea en la que las Asociaciones del Camino están haciendo un albergue al estilo de Arre, con un concepto de hospital. En ellos se comparte todo, dentro de la humildad, hermandad y camaradería. Tienen un espíritu eminentemente religioso. Y realizan el rito de acercarse a la Iglesia después de cenar, como oración nocturna.

 

Las camas están en la primera planta y son simples colchonetas en el suelo. Nosotros pudimos colocar 2 al pernoctar sólo 4 peregrinos. Cuando llegue ya estaba Emilio, que enseguida se fue a buscar el coche, Miguel el argentino y Rito un muchacho suizo que conocí aquí.

 

La ducha era de agua caliente pero como yo no atiné me tocó ducharme con agua fría, cosa que me revitalizó. Después de cambiarme, bajé a la cocina donde tuve un rato de charla agradable con el hospitalero que era de Madrid y 2 socios de la Asociación de Granada que estaban arreglando una habitación más en el piso superior.

 

Hubo una charla interesante sobre como debía ser el Camino y los servicios que ofrecía y los que debería ofrecer. Así mismo se habló de las actitudes de los peregrinos, la mayoría habla de motivos deportivos o artísticos, cuando la base del Camino es su aspecto espiritual.

 

Mi opinion es que el Camino es eminentemente un hecho religioso y como tal debería haber albergues específicos para tales peregrinos y que fuera la Iglesia quien articulara las condiciones de pernoctación en los mismos. También la Iglesia se debería preocupar que las Parroquias del camino se ofrecieran a los peregrinos, es indignante la cantidad de pueblos que tiene las Iglesias cerradas y los corazones de los Párrocos endurecidos a la peregrinación.

 

Todos estuvimos de acuerdo que las credenciales sólo las debía dar la Iglesia y en ningún caso las Asociaciones. Estas se deberían dar en el confesionario y que fuera un sacerdote quien se responsabilizará de nombrar a alguien como peregrino. El resto de gente serían deportistas en el Camino de Santiago, y las instituciones civiles fueran quienes les proporcionaran los servicios necesarios.

 

A las 7 de la tarde nos pidió ayuda el hospitalero para preparar la cena entre todos. Yo estuve picando la cebolla, tomate y lechuga para la cena. Los otros hicieron los espaguetis y los hospitaleros pusieron lentejas del mediodía y el vino.

 

La cena fue espléndida y sin apreturas. En ningún momento se pidió dinero y sólo una caja marcaba que se pagara la voluntad. El sello no le pusimos nosotros mismos junto con la inscripción en el libro.

 

Después de cenar fuimos a la Iglesia, se puso una vela en el suelo y se hizo una plegaria, posteriormente se leyeron las peticiones de peregrinos de días anteriores. Todas las plegarias fueron en español, menos 1 en alemán que hizo Rito.

 

Este acto fue vivificante y me lleno de buenas energías. De hecho al día siguiente me encontraba mejor.

 

Rito es un joven que tenía un problema en la rodilla izquierda que le obligaba a ir despacio. Acordamos levantarnos a las 7:30 al día siguiente.

 

Etapa de 27,2 Km. que se hizo larga aunque al final vino la recompensa de un lugar entrañable y que siempre recordaré.


Día 11  Tosantos - Atapuerca (15/10/2002)

 

Nos levantamos a las 7:30 y después de vestirnos y plegar los sacos nos dieron de desayunar con mucho amor y cariño lo que hizo levantar nuestro ánimo. Salimos casi a las 9 de la mañana Rito, Emilio, Tysson y yo pues Miguel había marchado un poquito antes. Era un día que amenazaba lluvia y me puse el poncho, el pantalón de agua y las polainas, con estos bártulos hice toda la etapa.

 

Enseguida de partir observamos que Tysson cojeaba así que decidió Emilio dejarle y en Burgos volver por él. Rito y yo continuamos lentamente esperando que Emilio nos alcanzara.

 

El espíritu estaba satisfecho y la conversación con Rito agradable, así que en poco más de hora y media estábamos en Villafranca Montes de Oca. El día estaba nublado y en determinados momentos chispeaba.

 

Como Emilio no había llegado decidí entrar en un bar y esperarle. Rito continuó con Miguel al cual le vimos en la distancia. Aproveche el tiempo para desayunar, estuve esperando un buen rato cerca de ¾ de hora. A las 11,15 decidí reemprender el camino.

 

En este punto una cuesta de un kilómetro que dura desde la entrada del pueblo hasta la fuente de Mojapan te deja casi sin aliento, pero como me lo tomé con calma y con la lluvia como compañera casi ni me enteré. Poco después me encontré con un Neozelandés que me preguntaba cosas en inglés sin preocuparse de articular una sola palabra en castellano y creándome un complejo de idiota, al no dominar suficientemente el inglés. Pero al poco rato me di cuenta que estábamos en España y el que tenía obligación de hablar español era él. No somos un país secundario y eso lo tienen que entender.

 

Aprovechando una cuesta le deje que marchará por delante. Enseguida se cogen unas pistas cortafuego bastante pesadas por los muchos kilómetros que dura. Aunque el ir rodeado de arbolado, en momentos robles y en momentos pinos, hacen mucho más llevaderos los 14 kilómetros desde Villafranca Montes de Oca a  San Juan de Ortega.

 

Hay un momento en que dude de llevar buen camino pues adelante al Neozelandés y a un grupo de franceses y al no haber señales me creí perdido.

 

Cuando llevaba 2 horas y media paré para consultar la guía y tomar oxigeno 10 minutos. Como no veía a nadie continué hasta que de repente una flecha me desvió a la izquierda a un camino que en poco rato me enseñó San Juan de Ortega.

 

Llegué a la puerta de San Juan junto a Miguel y a Rito con los que vi la Iglesia. Les había recuperado 45 minutos en estos 12 kilómetros, creo que había ido más deprisa de lo adecuado. Ellos debieron parar en algún momento.

 

A la salida me sorprendió ver a Emilio que ya había saltado la mochila y se había registrado en San Juan de Ortega. ¿Por donde había ido? Ni yo, ni Miguel, ni Rito le habíamos visto. Decía que se encontraba dolorido y que se quedaba allí y que había ido por un camino diferente ¿?. No lo entiendo, si hubiera pasado mientras estaba desayunando la brasileña no me hubiera dicho que iba por detrás, pero aún así si hubiera pasado mientras desayunaba se habría encontrado con Miguel y Rito. ¡Bueno el sabrá!.

 

Como el decía que tenía comida lo hizo en el albergue,  mientras yo acompañado por Miguel comí en el bar. Fue colesterol en estado puro, morcilla, lomo, chorizo con un poco de lechuga acompañado de una coca cola y un café con leche.

 

Comí de 2:30 a 4:00 . A esta hora me despedía de Emilio hasta Burgos y emprendimos una hora y media (6 Km.) bajo una constante lluvia. En los primeros 2 kilómetros por monte y con bastante barro y los últimos cuatro por carretera pero chorreando de agua.

 

Cuando llegamos al albergue estábamos calados y con mucho frío, así que me metí en la cama después de una ducha para entrar en calor.

 

A las 17 horas me acerque al único bar para tomar un descafeinado y entrar en calor. El pie le tenía bastante mal. A las 20 horas fuimos a cenar Rito y yo. Sopa y lomo con pimientos. Me hubiera apetecido algo más contundente, pasta o arroz, pero no pudo ser.

 

A las 21:30 estaba durmiendo como único entretenimiento. Hay que decir que el albergue es privado pero muy original, han aprovechado unas antiguas cuadras. El techo es un entramado de maderas tremendamente curioso y bonito. Aunque hacía frío por lo desagradable de la tarde y por la mojada, con las mantas se solucionó el problema.

Se realizaron 26 kilómetros en unas seis horas y media. Etapa muy bella por los montes que atraviesa.


Día 12 Atapuerca - Burgos (16/10/2002)

 

A las 6:45 estaba arriba preparándome. El tiempo era horrible. Llovía copiosamente y a ratos había una gran ventolera. Me preparé con los pantalones de agua, las polainas, el poncho y las botas todavía húmedas del día anterior, aunque había tenido la prevención de meter papel de periódico.

 

Se inicia subiendo hasta un collado. Esta subida se hacía por un camino lleno de agua y de barro. Intentaba ir por la hierba del borde para no pisar el barro. En un par de ocasiones pisé charcos de manera que el agua me entró dentro de la bota. El chapoteo era muy incómodo, pero aquí no se acababa la desgracia pues el aire hacia que el agua golpeara en la cara haciendo auténtico daño.

 

Hubo un momento que una pareja me adelantaron pero cuando se llego al alto del collado donde hay una cruz se tuvieron que parar a colocarse los ponchos.

 

Después del collado se inició la bajada a Cardeñuela-Riopico. Con tiempo normal el recorrido duraría hora y cuarto sin ningún problema, en estas condiciones duró hora y media larga y repercutió en el ánimo.

 

Desde Cardeñuela a Orbaneja se va por carretera secundaria. Se me hizo interminable hasta que llegué al lugar donde pude almorzar. Quizás fueron las 2 horas más deprimentes del Camino. El dolor del pie izquierdo, la lluvia, el aire, la falta de desayuno y el cansancio de los días me terminaron de deprimir.

 

En Orbaneja me tomé un par de huevos con jamón y un café con leche todo por 3 euros (parece increíble).

 

A las 10 me puse en camino para Villafría donde llegue a las 11:15. Todo el recorrido es por carreteras secundarias. Aquí terminé mi camino, cogiendo un autobús que me acercó al centro de Burgos y me evitó los últimos 10 kilómetros por carretera, soportando la lluvia y el aire. Este recorrido en bus lo hice con un peregrino de Bilbao, con Miguel y con Emilio. Estos dos últimos nos alcanzaron un poquito antes de ponerse en marcha el bus (12:00).

 

Antes de acercarnos al albergue visitamos la Catedral. Es grandiosa aunque esté en obras. Me impresionó la cúpula central. La blancura de la piedra limpiada junto con la luz da la sensación de estar en el aire sin la suficiente sustentación. Salí impresionado. Marchamos al albergue, cosa que nos costó mas de media hora. Allí me duche y cambié, marchando luego a comer. La comida fue opulenta consistente en sopa de pescado y chuletón.

 

Por la tarde estuve con Emilio visitando de nuevo la Catedral y comprando el billete de vuelta a Madrid (8:15 día 17/10/2002).Entablamos conversación con un enfermero gaditano, con el que nos fuimos a cenar. A las 10:30 estaba en la cama. El albergue de Burgos está formado por casas prefabricadas bastante frías y desangeladas. Esta en los terrenos de las Huelgas Reales, es decir a las afueras. No me gustó este tipo de albergue para una ciudad tan importante en el Camino como Burgos.   


Epílogo (17/10/2002).

 

A las 6:45 nos levantamos. Emilio me llevó a la estación, él se volvía a Valencia para arreglar unos asuntos. A las 7:30 estaba en la estación esperando el autobús que venía de Vitoria. Muy puntual se presentó y fue muy agradable pues me dieron de desayunar mientras se podía ver una película.

 

A las 11 de la mañana llegó al intercambiador de Mª de Molina y a las 11:30 ya estaba en casa.

 

Esto representa el fin del viaje que continuará el año que viene.

 Ultrieia e Suseia. 

Roncesvalles - Los Arcos

Roncesvalles - Los Arcos

Prólogo. 

 

En este viaje me acoplo a los días de vacaciones, estas imponen el tiempo a los que trabajamos y no nos queda otro remedio que ajustarnos a estos requisitos. Me gustaría tener el tiempo suficiente para realizarlo de una tacada, pero esta vez es imposible. Espero de todas formas sentir profundamente los sentimientos y las sensaciones peregrinas.

  En el primer Camino las dudas eran inmensas, no había estado nunca, ahora ya conocía lo que supone una serie de días de esfuerzo y las energías que suponen caminar unas 7 horas cada día. La verdad es que este año tengo una peor preparación. Las circunstancias me han impedido prepararme como a mí me hubiera gustado, pero esas mismas circunstancias me aproximan al Camino con la esperanza de poder olvidar en algunos casos, y en otros casos asentar las nuevas situaciones de mi vida. Me apetece un recorrido en soledad para poder recapacitar sobre mis cosas y no tener que estar hablando de necedades o de cosas que no me interesan.

  Este viaje puedo decir que se inicio en el mismo momento que se terminó el anterior. La ilusión ha sido permanente, y una constante en mi cabeza, poder volver al Camino y continuar la tarea que deje a medias en Agosto del 2001.

  Realmente la preparación se inicio en Enero, cuando empecé a pasear y realice 4 etapas del Camino de Madrid en fines de semana consecutivos, repitiendo incluso la etapa de Cercedilla- Segovia, por el paisaje magnifico.

  Por otro lado inicio el viaje en Octubre como único tiempo disponible, y con la esperanza que los refugios y albergues no estén tan llenos como hace un año. Me apetece hablar con gente, pero sobretodo me apetece tener momentos donde la soledad sea mi compañera, para poder asentar mi cabeza y mi situación vital.

 

 

   Día 1  5/10/2002  Inicio del viaje.     

 

Hoy inicio de nuevo el Camino. Las sensaciones son muy parecidas a los del año pasado. La intranquilidad y un cierto temor a perder la seguridad de lo conocido invaden mi ánimo.

  El inicio siempre plantea preguntas. ¿Porqué me lanzo a la aventura? ¿Habré calibrado bien mis fuerzas? ¿Tendré todo lo necesario para la aventura?

  Estas son algunas de las preguntas que me planteo y, excepto la primera, se quedan sin contestar. La contestación a la  primera es la necesidad de establecer una distancia con mi realidad diaria y poder analizar mi situación familiar y personal.

  A las 7:15 sale el tren para Pamplona, me he levantado a las 5:30 y tras una ducha me he vestido y cerrado la casa. Con la mochila a cuestas he llegado a Atocha a las 6:15 donde he cogido un cercanías a Chamartín. Tras tomar un café en el bar de la estación he montado en el tren Altaria, coche 5, asiento 3 D.

  Aunque el billete es de turista al ir casi vacío el tren es muy cómodo. Han dado cascos y era posible ir oyendo música o viendo una película. Yo prefiero la música para relajarme.

  Enseguida vi al primer peregrino, con su mochila y su guía del País-Aguilar. Parece que lleva poco equipaje. Yo debo ser un desastre pero la mochila pesa 12 Kg. (¡una barbaridad!). El peregrino se llama Víctor. Quiere ir a Saint Piet de Port y llegar a Logroño en 6 días (mucho para mí).

  Nada más llegar a Pamplona nos dirigimos andando a la estación de autobuses. Esta se encuentra a unos 20 minutos andando. Suficiente para sudar un poquito, y comenzar a conocer la ciudad. En la estación dejamos las mochilas en consigna y nos dirigimos a dar una vuelta por Pamplona. Fue una vuelta de un par de horas que nos llevo a visitar la ciudadela y el centro de Pamplona. Vimos una exposición alimentaria que había en la ciudadela.

  Víctor es un personaje curioso. Fue montañero-aventurero, ha estado en Nepal y en América, subiendo y bajando montes. Dice que padece una lesión que le impide andar durante mucho tiempo, pero está dispuesto hacer un recorrido de 8 días en 6. A mi me parece muy acelerado y fuera de mi condición física. Me dijo que no estaba interesado en los monumentos. Toma el camino como un reto deportivo y una demostración de que tiene superada su lesión. Creo que el Camino debe ser algo más, el aspecto espiritual es innegable y sin él me es difícil concebirlo.

  Pamplona me pareció una ciudad muy agradable y digna de ser vivida y sentida. No existe el stress de las grandes ciudades ni el cotilleo de las pequeñas. Tiene el tamaño ideal. Además se nota que el nivel económico es alto.

  A las 2 de la tarde fuimos a comer y a las 4:00 cogimos el autobús camino de Roncesvalles. Fueron 3,91 euros y 30 minutos esperando dentro del autobús, que se iba llenando de peregrinos con sus mochilas. Algunos de estos serían nuestros acompañantes de los próximos días. Las caras desprendían alegría, esperanzas y,  por que no decirlo, un poco de miedo a lo desconocido.

  Nada más llegar nos recibieron rellenando un documento acreditativo y pagando 6 euros por la noche en el Albergue juvenil, el otro estaba lleno y por supuesto era más barato.

  Nos asignaron la habitación después de rellenar otro documento. Empecé a conocer más directamente a los peregrinos que iban a marcar mi recorrido los próximos días. Entre ellos estaba Enrique, muchacho de Madrid y que vive en Guadalajara; José, director de sucursal de la Caixa y natural de Barcelona; Adolfo vendedor de Barcelona; el trío de catalanes, dos de Bañolas y uno francés, dos de ellos familiares y agricultores, y el otro empleado de banca y nombrado por los otros como guía espiritual del viaje. 

  Una vez ubicados nos dimos una vuelta por los alrededores, vimos la Iglesia y el Claustro, interesante introducción al románico del Camino.

  Tuvimos que reservar la cena y  pagarla antes de la misa. Es curioso que pagas 6 euros y no te dicen que vas a cenar. Siento que utilizan al peregrino como puro negocio.

  La celebración eucarística fue entrañable, se siguió un rito del siglo XII. La bendición me hizo sentir incorporado definitivamente a mi deseado camino. La bendición se realiza en los diversos idiomas de los peregrinos. Es algo que no se debe saltar nadie que vaya a Roncesvalles para iniciar el Camino.

  Después fuimos a cenar (20:00), y allí contactamos con los peregrinos de otras nacionalidades. Durante la cena se habló en francés, inglés, alemán, catalán y español. Es como una torre de Babel donde la buena voluntad permite el entendimiento.

  La cena consistió en macarrones con tomate, trucha frita y manzana. A las 23:00 estábamos en la cama dispuestos a pasar lo mejor posible la noche. Yo tenía la intranquilidad del inicio de algo que había estado soñando desde hacía tiempo.

 

 Día 2 Roncesvalles – Larrosoaña (6/10/2002)

  Esta noche inquieta me hizo despertarme en multitud de ocasiones. El tiempo no pasaba y las horas se hicieron interminables. No creo haber dormido más de dos horas. No debía ser el único intranquilo, pues constantemente se oían ruidos de gente que se removía en las literas. Incluso a las 5 de la mañana se levantaron los catalanes y se ducharon, montando un poco de jaleo. La desconsideración a los demás se empieza a sentir desde el primer día, es una realidad a la que nos tenemos que acoplar..

  A las 7 de la mañana ya nadie aguantó más y se encendieron las luces. Todos nos levantamos a la vez. Yo por el nerviosismo preparé los bártulos rápidamente y fui de los primeros en salir a la calle.

  Estaba amaneciendo cuando a las 8:00 salí hacia el inicio del Camino. Fui acompañado por los catalanes pero enseguida comenzaron su charla y preferí acelerar. La poca luz me hizo que me despistara en una de las señales y me obligó a retroceder. El bosque es espléndido y se recorren con comodidad, son sólo 3 Km. hasta Burguete. Aquí busque un bar abierto y me volví a juntar con los catalanes, desayuné un café con leche y delicioso bocata de jamón.

  A las 9:00 reiniciamos todos juntos la marcha, pero enseguida me aburrí de nuevo del constante hablar y volví a acelerar el paso, hasta que los perdí definitivamente.

  El camino discurre por terrenos ricos en ganadería y en relativamente poco tiempo llegue al alto de Mezquiri. Es  apenas un repecho de 200 metros. La bajada es espléndida por un bosque de hayas típico del Pirineo. El tiempo era soleado y el cielo azul claro con alguna nube blanquecina. El aire era limpio tremendamente puro. Era una gozada para un caminante. A esta primera hora no hacia calor.

  Al final de esta bajada conocí a Danny. Es un inglés malabarista que se gana la vida con sus habilidades. No habla nada de español y ni tan siquiera lo intenta. Es un digno representante de un grupo de extranjeros que creen que los demás tenemos la obligación de entenderles sin hacer ni el mínimo esfuerzo por aprender el idioma.

  Al poco rato nos juntamos con un alemán que farfullaba inglés y casi nada de español. Se llamaba Clement. Iba con un gran paraguas de colores y nos comento que había dormido al aire libre disfrutando de una magnífica noche estrellada.

  Subimos los tres a la cima del Alto Erro. Un repecho un poco mayor que el anterior. La subida costo apenas 25 minutos. En el alto decidí abandonar a mis dos acompañantes, estaba un poco harto de hablar en inglés. Acompañado por un chaval de un pueblo cercano y su perro, aceleré el paso en la bajada. Esta si que es fuerte y delicada para los tobillos, sobretodo por la carga que se lleva a la espalda.

  En Zubiri entre a las 13:30 y tomé una coca cola en el primer bar y posteriormente fui al albergue con la intención de conocerlo. Me pareció grande y frío. Son unas antiguas escuelas reconvertidas en albergue. En el parque infantil había una señora que me indicó que pasara, eso hice y aproveche para dejar la mochila, mientras iba a comer. Había decidido continuar a Larrasoaña por la tarde. Pregunte por el restaurante y me indicaron frente a una gasolinera a la salida del pueblo. Recorrí cerca de un kilómetro por carretera hasta que llegue al cruce donde estaba el restaurante.

  En él comí el menú del día que era “paella” (arroz con carne), cordero estofado y cuajada (9 euros). A las 3 reemprendí la marcha después de recoger la mochila.

  En el puente de salida de Zubiri conocí a David, muchacho vasco con el que compartiría momentos agradables. Le comente que dejara la mochila en el albergue y se acercara a comer. Me dio gusto poder hablar en español.

  El recorrido de Zubiri a Larrasoaña se hace bastante pesado aunque apenas llega a los 6 Km., quizás el calor, la subida, llevar la barriga llena, por los 22 Km. ya realizados, y también por que volví a tener la compañía del malabarista y del alemán. Llegue a Larrasoaña bastante exhausto, fueron 28 Km. agotadores para un primer día.

  El albergue está compuesto por dos plantas. En la baja tienen una habitación llena de literas, un poco agobiante por el poco espacio. Tiene un servicio mixto, y un poco pequeño. A mí me tocó ducharme con agua fría, cosa que me revitalizó. En la parte superior tiene más habitaciones. El hospitalero nos recibió en un saloncito lleno de toques peregrinos y nos invitó a escribir en el libro del peregrino.

Después de recomponer y ordenar la mochila descansé durante media hora en la litera. Fue imposible dormir, el ir y venir de la gente era constante. Ante esta situación decidí dar una vuelta por el pueblo. Este es un agradable pueblo de montaña con casas muy arregladas y que la gente de Pamplona utiliza para pasar los fines de semana. Hay algunos edificios sorprendentes por el trabajo de marquetería y ebanistería que contienen sus fachadas. Tomé una cerveza con limón en una terraza con vistas al paisaje magnífico de los Pirineos

  La cena la realice con Enrique, David y dos franceses mayores que me acompañarían hasta Logroño. Fue divertida por el personaje que dirige el restaurante que entretiene y divierte a los comensales. Es un espectáculo que no se debe pasar por alto.

  A las 10 estábamos en la cama. Las habitaciones eran tremendamente pequeñas y el número de peregrinos por metro cuadrado excesivo. Estaba cansado, doloridos los pies, escocido en la entrepierna, por no ponerme el pantalón corto desde el primer día, y deprimido por la claustrofóbica habitación. Estuve un rato pensando si no me había equivocado y aquel no era mi mundo. Dormí como un lirón hasta las 4: 30 que me levante al servicio y cuando volví caí roque hasta las 6:30.

 

Día 3 Larrosoaña – Cizur (7/10/2002)

 

Este día para evitar gente incómoda decidí emprender la marcha rápidamente. Cuando los extranjeros empezaron a moverse me levanté, a las siete y cuarto inicie el Camino. Los demás estaban esperando que abrieran el bar para desayunar.

  La oscuridad lo inundaba todo pero el camino no tenía pérdida. Me costó arrancar y acostumbrar a las piernas a dar los primeros pasos. Me concentré en mis pensamientos y soledades y cuando quise darme cuenta llevaba 2 horas andando. Durante este recorrido se pasa por unos magníficos paisajes al lado del río. El aire fresco y húmedo inundaba mis pulmones. A la media hora empezó a amanecer y disfrute de la soledad y el silencio de los bosques. Después de algún tramo por carretera y de una fuerte subida se llega a Arre. La entrada se hace por un puente que da paso al refugio. Hubo gente que realizó la primera etapa hasta este puente, lo que representan 10 kilómetros más a los 28 iniciales, para mi excesivo y erróneo, los esfuerzos excesivos en el camino se pagan. Es mejor mantener un ritmo constante con paradas cada dos horas o dos horas y media, y en los primeros días no forzar excesivo quilometraje.

Arre y Villava están juntos y cuando llegué empecé a buscar un bar donde almorzar, eran las 9:45 y era necesario recuperarse. Estaban de fiesta y en el único bar que encontré abierto tomé un pincho de tortilla, coca cola y café. Un lugareño con alguna copa de más, una noche de parranda tiene sus efectos, me increpo pero me lo tomé con buen humor y no le di mayor importancia. 

  Llegue a Villava cansado por la voluminosa mochila y por el paseo del día anterior. La entrepierna la tenía escocida, lo que me producía molestias que me amargaban el camino. Estaba haciendo la etapa con el pantalón de chándal y el calor era considerable ya a esas horas.

  Cuando reemprendí al marcha (10:15) me encontré con los dos franceses mayores de la cena del día anterior, no hablaban casi español. Esta pareja me la encontré todos los días en las que inicie el camino temprano, tenían las misma filosofía que yo, iniciar antes que los demás y parar lo justo para no ser alcanzado. Hicimos juntos Villava-Pamplona, casi una hora de camino (11:15). En el casco antiguo se perdieron buscando el albergue para que les sellaran, y yo continué. Pasada la ciudadela las molestias eran tan intensas que pase a una farmacia donde compre vaselina y me senté en una terraza a tomar un café. Estaba dolorido y deprimido pero decidí continuar y ver como se solucionaba el escozor. Desde este punto hasta que llegue a Cizur se me hizo pesadísimo, el calor y las molestias me hicieron llegar exhausto. En el albergue me recibió Maribel, la hospitalera, a la que conté mi problema y me aconsejó comprar una crema de niños (Mustela). La compré y pasé a una ducha reconstituyente y solitaria en este magnífico albergue. Había sido el primero en llegar (13:30) y eso me permitió elegir cama y darme una ducha solitaria.

  A las 14:15 me fui a comer  y después me di la pomada y me metí en la cama hasta las seis de la tarde. Este tiempo lo aproveche oyendo al resto de peregrinos que iban llegando y desordenando todo. La radio me ayudo a inhibirme del ambiente durante un rato.

  La pomada fue mano de santo. Cuando me levanté me encontraba mejor y al día siguiente ni me molestó.

  La tarde fue agradable hablando con Maribel, David y Enrique. Es una auténtica forofa de Eunate. Esta es una persona entrañable que me ayudó a reparar mis dolencias y a estimularme para seguir. Nos llevo a la iglesia románica y nos subió a la torre. Desde allí es posible ver el camino hasta el Alto del Perdón, mitad de camino del día siguiente.

  Después de cenar con David, Adolfo y el grupo de extranjeros me fui pronto a la cama 9:15, para echarme de nuevo la crema e intentar que hiciera el efecto deseado.

  Me encontraba más reconfortado que el día anterior y más optimista.

 

Día 4 Cizur – Puente la Reina (8/10/2002)

 

Dormí muy bien y por la mañana las molestias de la entrepierna había desaparecido. Emprendí la marcha con el pantalón corto y no tuve ninguna molestia. Comencé el día saliendo rápidamente a las 7:00. La gente estaba pensando empezar cuando y ya estaba en marcha, no quería que me molestaran.

  Se realiza un acercamiento por caminos hacia el alto del Perdón. Siempre va el camino hacia arriba, con algún repecho destacable, pero poco a poco te acerca al primer pueblo, Zariquiegui. Llegué cuando el autobús escolar recogía a los chavales y las madres charlaban antes de iniciar la rutina diaria.

  Sin encontrarme a nadie continué subiendo hacia los molinos de viento que se observan en la cima. Aquí la subida se incrementa pero apenas son 15 minutos. Pasé por la fuente de la Reniega (sin agua) y poco después llegué al alto del Perdón (9 Km.). Después de contemplar el paisaje en ambos sentidos, el monumento de hierros oxidados y la famosa frase que dice: “Punto donde se encuentran el Camino del viento y el Camino de las estrellas”, me dirigí hacia Uterga. Desde el Alto del Perdón se puede observar hasta Puente la Reina (11 Km.).

  La bajada es abrupta pero no tan  dura como escriben en las guías, eso me pareció a mi, en apenas 40 minutos se encuentra uno en Uterga. Los últimos quilómetros me parecieron interminables deseaba llegar para desayunar (9:45). La sorpresa fue que no pude hacerlo al no haber bar abierto, pero si pude tomar una Pepsi de una maquina y rellenar la botella de agua. Un abuelo ironizó conmigo al preguntarle si llovería. Ya llevaba tres horas andando y necesitaba un descanso, y que vacilen cuando estoy cansado no me agrada demasiado.

  Así que de nuevo al Camino, en otros 40 minutos estaba en Muruzabal. Pregunté por el bar y estaba cerrado, eran las diez y media y abrían a las 11:00 según me dijo una monja. Esta amablemente me aconsejó que me acercara a Eunate. Estuve esperando media hora y al ver que no abrían marché en pos del consejo, camino de Eunate. Aunque ya cerca de Eunate me equivoque de camino, y en vez de seguir recto después de la ermita blanca de Muruzabal cogí el camino anterior, esto me costo coger la carretera durante 1 kilómetro.

  Desde Muruzabal se ve Eunate y las preguntas me abordaron ¿por qué una iglesia tan bella está tan alejada de poblaciones? ¿qué se quería ocultar?, ¿qué magníficos conocimientos permitieron una construcción así?, y muchísimas más. A las doce estaba en Eunate, allí estaban los franceses con los que vi la iglesia románica-templaria.

  Es impresionante la belleza del monumento. Se respira tranquilidad y mi cabeza estaba llena de calma y espiritualidad. Después de media hora marché con los franceses hacia Puente la Reina evitando Obanos. Tuvimos que recorrer aproximadamente un quilómetro al coger la carretera, fue un poco desagradable pero la espiritualidad de Eunate bien vale este pequeño esfuerzo.  Posteriormente un camino lleva hasta Puente de la Reina junto al albergue de los Padres Reparadores.

  Mis acompañantes se quedaron allí, pero yo continué por la calle Mayor. Como no había desayunado me metí en un bar y tome una alpargata de tomate con jamón y un café con leche, estaba desfallecido.

  Eran las 13:30 cuando llegué al albergue de arriba, es un poco frío por lo destartalado. La sensación que tuve fue como en las instalaciones de un polideportivo, todo austero y grande. Había cuatro habitaciones de veinte personas cada una de ellas. He de reconocer que pese a lo dicho anteriormente me di la mejor ducha del Camino en unas instalaciones preparadas para mucha gente en las que estaba solo.

  La ducha fue magnífica sólo interrumpida por José que paso para preguntar si el agua estaba caliente. Hay gente inoportuna con el placer de los demás.

  Cuando terminé llegó Emilio con su perro. Nos habíamos conocido en Cizur y me había invitado a comer (cosa que rechace) y le pase el Betadine por que tenía una herida en los pies. Este fue el inicio de una amistad.

  Es valenciano y el compañero más leal del Camino. Viene con su perro y con su coche. Después de cada etapa vuelve al pueblo anterior a coger el vehículo. En él lleva la comida del perro y parte de su carga. Es tremendamente temperamental y nervioso. Es una persona hiperactiva. Esa noche dormimos en el mismo cuarto José, Emilio y yo, una gozada de soledad, mientras que el otro albergue estaba lleno de gente.

  Después de la ducha bajamos al pueblo los tres. José y yo nos metimos a comer en un restaurante. Como José quería comer bien tomamos unas judías rojas y un buen entrecot, junto a una botella de vino y 3 coñac.

  José me invitó quedando que en Burgos le invitaría yo, cosa que no se pudo producir al no llegar él. El tuvo que echarse la siesta mientras que yo charlaba en el Puente románico del pueblo con David, Víctor y Enrique. La tarde fue tranquila y yo no pude cenar. A las 22.00 estaba en la cama.

  Total 21 kilómetros más un par de ellos para ir a Eunate.

 

Día 5 Puente la Reina – Estella (9/10/2002)

  La noche había sido lluviosa y empezó el día cayendo agua. Me puse el pantalón de agua, las polainas y el poncho. Comencé a caminar junto a José a las 8:00. Preferí ir acompañado en un día tan desagradable. Esta etapa la tengo marcada como terrible del año pasado, en ella mi estomago estaba fatal y lo pasé muy mal. Este año no iba a ser diferente, de otra manera pero también fue horrible.

  Después de un par de kilómetros se inicia la subida por un camino tremendamente embarrado. Con todos los bártulos encima y con los pies en el barro, se resbalaba constantemente y más de una vez estuvimos cerca de terminar en el barro. Es apenas un kilómetro pero tremendamente duro con el barro. Nos decidimos a ir a la carretera durante otro kilómetro. Yo estaba dispuesto a realizar la etapa por la misma pero José prefería continuar por el camino, le daba miedo la carretera. Así que volvimos y entramos en Mañeru donde nos alcanzó Emilio y Adolfo, con los que hicimos el resto de la etapa.

  Después de parar un poco en la plaza de Cirauqui continuamos por la calzada Romana y el puente hasta Lorca, donde paramos a tomar una coca cola en el bar de la salida del pueblo, este estaba cerrado pero al tener una máquina pudimos parar un poquito.

  En Villatuerta entramos en la iglesia donde ya no estaba el abuelo del año anterior (había fallecido) y una señora le sustituía en las explicaciones.

  A las 13:00 llegamos al albergue y tras dejar los bártulos en el cuarto y de darme una buena ducha me fui solo a comer a la plaza del pueblo. Llovía en abundancia. Pude comer una ensalada y una paella prefabricada. En un restaurante vacío. Después tomé un café y volví al albergue a acostarme un rato. De la entrepierna me encontraba mucho mejor. Descansé un par de horas. Después me levanté y escribí las postales a los amigos.

  Mientras que escribía el grupo de 3 catalanes y David decidieron hacer una paella para todos. Yo les ayudé desde las 8 hasta las 10, primero a hacerlas y después a recoger. Fueron 27 comensales que pagamos 3 euros por persona (hubo algunos que no pagaron). Se tomo ensalada, paella, galletas y licor de manzana o avellana todo regado con vino.

  Los extranjeros fueron felices y desde ese momento fuimos más populares los españoles.

  Cuando toca trabajar la gente se hecha para atrás y prefieren que se les sirva. Apenas 4 personas trabajamos para el resto. Miguel y Alex, los dos catalanes, David y yo.

  Durante esta cena conocí a María y a Mariana. María era muy agradable y trabajadora y terminaba ese día su aventura, y Mariana es muy simpática y algo más retraída, esto en el primer momento me confundió y me dio pie a unos sueños fuera de lugar. Emilio se enamoró de ella y es una historia que hoy 24 de noviembre de 2002, que es cuando estoy escribiendo, todavía está desarrollándose, siendo yo el confidente de Emilio. A estas chicas las conocí cuando llegue a Cizur, las indique el camino al refugio pero ellas decidieron continuar a Uterga ya que acababan de comenzar en Pamplona. Ambas también ayudaron a recoger la paella de Estella.

  A las 10 de la noche estábamos en la cama dispuestos a dormir. Después de todo el día en compañía tomé la decisión de hacer la siguiente etapa solo. Me dormí pensando en María y Mariana y un poco enfadado por la falta de consideración de la gente del albergue. Les habíamos pedido 30 minutos más para recoger tranquilamente, pero no accedieron.

  Hubo un hecho que no me gustó de la hospitalera. Cuando ya teníamos la comida en la mesa esta fue a la presidencia y marcando una tendencia religiosa, bendijo la mesa como si ella hubiera sido la organizadora obviando que previamente ya la habían bendecido en varios idiomas los comensales.

  Me fastidia la gente que aprovecha el esfuerzo de los demás para promulgar sus ideas. Ella no se quedó a la cena pero 3 hospitaleros se apuntaron al festín sin haber colaborado y sin pagar. Pese a todo este esfuerzo cuando se les pidió 30 minutos más se negaron en redondo. Sólo están dispuestos a recibir y no a dar. Los peregrinos organizamos y ellos se aprovecharon de la situación para impartir doctrina y cenar. Este refugio siempre me deprime y me aísla, quizás sea por la masificación.

  Por cierto por el desayuno cobran 2 euros y este consiste en café con leche y galletas o biscuit con diferentes tipos de mermeladas. Me parece un poco caro. Este albergue en definitiva no me gustó por lo masificado e impersonal.

  Total 21 kilómetros. Puente la Reina – Mañeru fue horrible por el tiempo pero mi estado físico estaba en mejores condiciones que el año anterior.

      Día 6 Estella – Los Arcos (10/10/2002) 

Después de la experiencia de compañía del día anterior, decidí marchar en soledad. Salí a las 7:00 cuando todavía no había amanecido. Me levanté a las 6:30 y tras un ligero desayuno me puse el pantalón de agua, las polainas e inicie la marcha. Chispeaba ligeramente y me despedí de Estella a través de su calle Mayor, eminentemente peregrina. Cuando llegue a la plaza donde me despedí el año pasado de Paquito los recuerdos fluyeron a mi mente. Poco después tuve que parar para ponerme el poncho, pues chispeaba. Sin salir de las calles de Estella se entra en Ayegui todo este camino es en cuesta. Llegando a la plaza tomé el camino a Irache. Por una calle de fuerte bajada se llega a la carretera y un Km. después a la fuente del vino donde comprobé que había tal pero bebí agua. Es una curiosidad pero sin demasiado arraigo. A mí a las 7:30 no me apetecía en absoluto beber. Todo este camino lo realice en noche cerrada.

  Después de andar durante hora y media por buenos caminos se llega a Azqueta, lugar que no tiene ningún servicio para el peregrino y menos a las 8:30 de la mañana. Tras pasar por una explotación ganadera y por un sendero al lado de las vides donde el barro abundaba se llegó a Villamayor de Monjardín sobre las 9 de la mañana.

  Allí busque el albergue atendido por un matrimonio holandés en el que pude tomar un bocadillo de jamón york con tomate y un café con leche. Estuve sentado una media hora, antes de meterme en una de las partes más solitarias del recorrido.

  Son 12 Km. por caminos y pistas de concentración parcelaria. En este recorrido esperaba estar unas 3 horas pero como el camino era magnifico y atrás veía a los franceses mayores, emprendí un paso veloz que me permitió ir cogiendo caminantes que habían salido de Villamayor. Estuve entretenido por que la primera meta fue una madre y una hija alemana, después un matrimonio venezolano y por último unos brasileños con rasgos orientales; y siempre controlando a los franceses por detrás para que no me alcanzaran. Fue un recorrido solitario que por el afán de no ser alcanzado y por que imprimí un fuerte ritmo se me hizo muy corto. Apenas 2 horas y media eso que hubo un par de tramos que sacan del camino para meter al pobre caminante por barrizales, pero esto se llevo con dignidad y sin pensar demasiado. Desde Villamayor no volvió a llover aunque no me quité en ningún momento el poncho. Fue un rato ideal para andar, no llovía y tampoco hacía calor.

  La entrada a los Arcos se hace por la calle Mayor y un poco antes de la Iglesia paré en el albergue que está atendido por una señora muy servicial. Llegué sobre las 12:30 y tras una ducha  fui a comer a uno de los restaurantes. La mayoría de los peregrinos se fueron al albergue municipal pero Enrique y yo junto con un muchacho argentino (Miguel) nos quedamos aquí. Fuimos sólo 4 en la habitación. Mucha tranquilidad y una sola persona por litera; una maravilla después de Estella. Costo 6 euros. Tuve suerte pues el albergue municipal aunque más barato 3 euros estaba muy masificado.

  La tarde fue un poco aburrida. Dio tiempo a todo. Pude ver la Iglesia, el albergue municipal, tomar un par de cervezas y a cenar tranquilamente. Tengo que recordar la próxima vez que es posible alargar un poco la etapa.

  La iglesia es magnifica con un hermoso claustro lleno de rosas, pese a la lluvia caída en los dos últimos días.

  Como anécdota puedo decir que debajo del albergue había una tienda en la que compré y comí con ansiedad una tableta de chocolate, cosa que nunca hago. Creo que físicamente necesitaba azúcar. El mismo cuerpo muchas veces es el mejor medidor de las necesidades, y cuando este aprieta es conveniente escucharle y hacerle caso. La comida y la cena la realice en el mismo restaurante, uno que hay junto a la gasolinera.

  Antes de dormir los cuatro que estábamos en la habitación, Miguel (argentino), el madrileño y un austriaco joven de no levantarnos antes de las 7:30. Cosa que cumplimos fielmente.

  Resumen:

  -         22 Km. realizados en solitario y una etapa que parece más corta.