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Camino Roncesvalles -Santiago 2002

Rabanal del Camino - Palas de Rei

Rabanal del Camino - Palas de Rei

Día 10. Rabanal del Camino – Ponferrada. 5-05-2003

  Todos los peregrinos estábamos inquietos ante una etapa que todos teníamos marcada como de montaña, sabíamos que había que ascender al punto más alto del camino. Llevábamos desde León en una ascensión suave pero constante, y hoy se culminaba llegando a uno de los puntos míticos del camino, la Cruz de Ferro. A las seis de la mañana comenzaron los ruidos y a las 6 y media me levanté. Lo primero que hice fue un masaje profundo del tobillo. Parecía que me dolía menos. Me puse las botas y desayuné en el albergue un café con leche y unas magdalenas.

 Todo el mundo se movía y se preparaba. A las siete con paso lento pero decidido comencé la marcha. En la subida me molestaba mucho menos el pie. El día estaba con niebla y en algún tramo lloviznaba. Efectivamente se notaba la subida. Para mi la jornada de ayer me ayudó a recuperarme. Iba adelantando peregrinos de todas las nacionalidades. Marchaba con el poncho y el pantalón de aguas.

 Casi sin darme cuenta, y unos tramos por sendero y otros por carretera llegue a Foncebadón. La niebla se intensificó y la subida disminuyó. A la salida del pueblo me perdí y tuve que seguir la carretera que me llevó hasta la Cruz de Ferro. Pude verla cuando estaba encima de la misma. Aquí los sentimientos son intensos.

 Dejé la piedra que había recogido en la Sierra Pobre de Madrid hacía más de un mes. Está había sido una compañera en mi bolsillo. Recordé a mis seres queridos y estuvimos todos allí reunidos mientras que rece un Padrenuestro en su recuerdo. Después de la fotos oportunas reemprendí el camino hacia el albergue de Tomás.

 Tuve que parar en este peculiar albergue que da calor al pobre peregrino. Un café, unas galletas y unas palabras de aliento calentaron el cuerpo y alma. Un rato después reemprendí la marcha.

 Durante unos centenares de metros todavía se sigue ascendiendo, justo hasta llegar a unas instalaciones del ejercito. Aquí se comienza una fuerte bajada, principalmente por carretera, hasta el pueblo del Acebo. Precioso pueblo de casas de piedra y balconadas de madera abiertas al exterior por escalinatas exteriores.

 Paramos en el bar de pueblo y degustamos un bocadillo de jamón y queso, rebozado y frito. Una bomba para el estómago. Salí sobre las 12 del mediodía y las nubes habían desaparecido y lucía un espléndido sol con él que sobraba la ropa de agua.  Fui sólo hasta Riego de Ambrós donde encontré a un matrimonio mayor con los que entable una agradable charla sobre la religión y los caminantes a Santiago. La salida de este pueblo se hace por un paraje encantador. 

 Con esa distracción nos saltamos una desviación y nos obligó a realizar el camino hasta Molinaseca por la carretera. Es un poco más largo y peligroso. De todas formas no nos importó demasiado, pues la conversación era apasionante. Cuando llegamos a Molinaseca me deje caer en el Mesón de la derecha a una apetitosa comida. Mis compañeros decidieron continuar hasta el albergue. 

 Durante la comida entró un catalán y poco después un vasco, y como buenos peregrinos fuimos ocupando la misma mesa, para poder hablar del tema que nos apasiona, “El camino”. Ambos eran más jóvenes que yo y mucho más deportistas. Carlos, el vasco, realizaba el camino como una competición de fondo, hacía etapas de 50 a 60 kms.. En ese día venía desde Astorga. Andaba todo el día a un gran ritmo, 7 kms la hora, y apenas se comunicaba con los demás peregrinos. El otro, Joan, hacía etapas de 30 a 35 kms y le gustaba charlar sobre su Barça.  Después del menú del día unos orujitos nos dieron fuerzas para reemprender los ocho kilómetros que nos quedaban.

 Ellos tuvieron que adaptarse a mi paso, mi pie me comenzó a molestar un poco después de todo un día sin molestias. Con el voltaren que me proporcionó Carlos y el orujo conseguí llegar hasta Ponferrada.  Seguimos respetuosamente el camino y este en la entrada a Ponferrada nos dio una vuelta increíble hasta que nos llevó al albergue. 

 Nos ubicaron en la misma habitación de cuatro. Tras ducharnos y descansar un rato nos dimos un paseo breve por Ponferrada. El monumento más significativo de Ponferrada es su castillo, ahora siendo reformado. Fue en 1178 cuando pasa a depender de la Orden del Temple, por una donación de los reyes leoneses. Los monjes templarios se encuentran una pequeña fortaleza que fue en su origen un castro y posteriormente una ciudadela romana. Ellos la amplían y mejoran como defensa del Camino de Santiago, estando acabada en 1282.

            El Castillo que hoy conocemos es el resultado de una larga serie de ampliaciones, reformas y añadidos que van desde la primera cerca de la planta cuadrada de principios del siglo XII, hasta las últimas zonas construidas a finales del siglo XV y principios del XVI.


            
Posteriores incorporaciones, como las caballerizas en 1848, y las numerosas reformas llevadas a cabo desde principios del siglo XX, han contribuido a la complejidad del conjunto, tal y como lo conocemos hoy en día. Los escudos y blasones de quienes lo ocuparon y contribuyeron en su construcción son prueba de sus diferentes etapas. Tremendamente cansado me metí en la cama antes de las diez de la noche. Me dolían las piernas pero la tendinitis la tenía prácticamente superada. El estado de ánimo era mucho mejor que hace 24 horas, el tobillo aunque me molestaba un poquito me permitía caminar.  Me despedí de mis compañeros de habitación, ellos querían madrugar y a las 5 de la mañana ponerse en marcha. Uno de ellos quería llegar hasta Vega de Valcárcel y el otro llegar hasta el Cebreiro. Ambas opciones muy fuertes para mi.  -         Kilómetros.- 30  

Día 11. Ponferrada – Villafranca del Bierzo. 6-05-2003

 Etapa corta para recuperarse del esfuerzo de la subida a la Cruz de Ferro y para preparar la dura etapa del Cebreiro que se subirá mañana.  A las cinco de la mañana me desperté con el ruido de mis compañeros, pero en cuanto marcharon volví a caer en los brazos de Morfeo y hasta las 7 de la mañana no volví a despertar. Preparé mi mochila y marché enseguida para evitar estar rodeado de gente. El albergue estaba casi lleno. 

 La salida de Ponferrada se me hizo tediosa y aburrida. Dándome la sensación que marean al peregrino para que conozca un poco más la ciudad. Como muy obediente seguí las flechas amarillas paseándome por los campos de Columbrianos, Fuentes Nuevas y por fin Camponaraya. No hay nada especialmente hermoso y que merezca la pena para este recorrido. A consejo seguir la carretera que lleva directamente a Camponaraya por una acera nada molesta, ahorrando de 3 a 4 quilómetros.  

 Fui todo el recorrido solo y aproveche en Fuentes Nuevas para desayunar un buen bocata que me levantará la moral un poco decaída. El cansancio hace efecto sobre la moral y el día de ayer había sido duro. También me encontraba solo y no encontré a nadie con quien entablar conversación. 

 Con este estado de ánimo llegue hasta Camponaraya, un pueblo que se recorre por su calle principal, que coincide con la carretera. La salida se hace por un camino que asciende hasta un puente por encima de la autovía. Desde aquí se inician cuatro agradables quilómetros hasta Cacabelos. Las vides nos rodean y nos abandonan durante un buen rato los coches y el ruido del extrarradio de una ciudad como Ponferrada. El día estaba claro y se podía respirar profundamente los olores de la primavera. 

 Dos quilómetros antes de Cacabelos se llega al cruce de una carretera secundaria y desde ahí se sigue por el arcén estrecho de una carreterita que nos lleva a la entrada del pueblo. Cacabelos se recorre por la calle de los Peregrinos hasta el puente sobre el río Cua. Se puede destacar la ermita de San Roque, donde hubo un hospital de peregrinos en la edad media. También se puede destacar el santuario de la Virgen de las Angustias. En un bar paré a tomar una cerveza que reparará el calor que ya empezaba. 

 La salida se hace en subida y por el arcén de la carretera hasta Pieros, donde repuse agua en la fuente. Desde Pieros quedan aproximadamente otros dos quilómetros de arcén en subida. Era agradable ver los prados verdes existentes a la izquierda. Había vacas y ovejas paciendo tranquilamente. Hay que tener especial cuidado en este trecho de 4 quilómetros. 

 Por un camino carretero, a la derecha de la carretera, se sale de este pequeño castigo que representa para el caminante el asfalto y la proximidad a los vehículos de motor. Nada más empezar el camino es posible observar a la derecha el taller de un maestro escultor de piedra. Estaba cerrado pero me impresionaran algunas de sus obras que se podían ver desde la valla. 

 Me encontraba cansado y el calor era importante, aunque en este tramo mejoró decidí darme un respiro y descansar profundamente en un hostal donde encontrará tranquilidad. Con estos pensamientos llegue a la entrada de Villafranca. El albergue municipal estaba nada más entrar, a la derecha del camino. Tenía muy buena pinta. Un poco más allá está la iglesia de Santiago, de estilo románico con una magnífica portada del Perdón. Esta iglesia tiene un privilegio del papa Calixto III que concedió a los peregrinos enfermos o impedidos que pasaran por la puerta la misma indulgencia y favores que si hubieran llegado a la mismísima Compostela. Estaba cerrada y no pude sellar. 

 También me impresionó el castillo de los marqueses de Villafranca. No se puede visitar al tener carácter privado. Por la calles empinadas me dirigí a la plaza donde encontré el Hostal San Francisco. Rápidamente me duche y bajé a comer al Bar Sevilla. Eran las 4 de la tarde cuando me lancé a una reparadora siesta sobre sábanas.  

 Cuando quise despertar eran las 8 de la tarde y empezaba a anochecer. Me dolían las piernas y no tenía muchas ganas de moverme. Estuve un rato pensando que hacer, si seguir aquí hasta mañana o bajar a dar una vuelta. Me decidí por la segunda. Así que recorrí el pueblo hasta la salida para conocer el recorrido de mañana. La gente estaba paseando en una tarde muy agradable. Vi varios peregrinos en las terrazas de los bares de la plaza dando cuenta de su cena y de unas magníficas cervezas.

 No tardé más de media hora en mi recorrido y me aposente en una mesa a degustar un vocka con naranja y posteriormente una pizza. A las 10 estaba de nuevo en la cama plácidamente dormido. Fue una jornada corta pero el cansancio acumulado y el estado de ánimo la convirtió en un día agotador. 

Kilómetros 22,4


Día 12. Villafranca del Bierzo – El Cebreiro. 7-05-2003

A las siete de la mañana me despertó el reloj sin que me hubiera despertado ni una sola vez. Recogí la ropa que tenía tendida y baje a degustar un desayuno que me aportara las fuerzas necesarias para una nueva jornada. En las calles había poca gente y no coincidí con ningún peregrino. Así recorrí las calles hasta que atravesé el puente sobre el Burbia y posteriormente por una carreterita secundaria llegue al andadero de suelo amarillo, que sería mi acompañante en los próximos 10 kilómetros. Este andadero da seguridad al peregrino pero le machaca los pies, ya bastante dañados. Durante este recorrido se va pegado a la autovía y se puede observar la gran infraestructura que se desarrollo para juntar Galicia con Castilla-León de una manera rápida. Hay algunos viaductos que son impresionantes por su altura. En un par de horas llegué a Pereje donde paré a tomar café con un brasileño en el único bar abierto. Son muy bellos los castaños que hay antes de entrar en el pueblo. Enseguida continué el paseo, siempre en ligero ascenso,  por este valle. El río Valcarce fue mi acompañante hasta las Herrerías. Su murmullo era agradable y me integraba en la naturaleza. Los árboles, la luz, el aire y el cielo desprendían belleza a raudales, la primavera estaba en su apogeo. Es un placer caminar en días así, sin prisas y disfrutando de las pequeñas cosas que están a nuestro paso. A las once llegué a Trabadelo donde cruce el río por un puente y me dispuse a un apetitoso bocata de jamón, llevaba 12 kilómetros y todavía quedaban unas cuantas horas. Despacio y meditando en el recorrido fui avanzando por los pequeños pueblos de La Portela y Ambasmestas. En este compré unas postales y aproveche para escribirlas. Hoy me lo estaba tomando sin prisas. A la 1 llegue a Ruitelán.  Volví a parar a tomar una cerveza en la casa rural que se encuentra en la entrada del pueblo, antes de cruzar el río. Es fantástica y ante la amabilidad del camarero decidí parar un poco más y comer. Era el único comensal en esa preciosa casa llena de detalles y buen gusto. Una buena ensalada, un filete, café y copita de pacharán me dieron poco ánimo para continuar y si muchos amarres para no moverme, pero tenía que llegar a Cebreiro. Como buen peregrino me puse en marcha a eso de las tres de la tarde. Al poco rato pude ver el desvío de la carretera que adentra en el camino a la Faba.  Recuerdo que me encontré un gran rebaño de ovejas que me impedían el paso, poco antes de iniciarse la subida. Los perros me ayudaron en el adelantamiento. Uno de ellos se puso delante de mi e iba repartiendo gruñidos a las ovejas para que apartaran, las cuales obedecían al momento. Magníficos perros pastores. Nada más adelantar al rebaño y tras una curva cerrada a la izquierda se inicia la verdadera subida. Son unos tres quilómetros hasta la Faba que quitan el aliento a cualquiera. Las piedras estaban húmedas y había bastante barro junto con las boñigas de las vacas que se mezclaba, creando una pasta bastante desagradable pero perfectamente comprensible en un paraje como aquel. El camino va rodeado de árboles y poco a poco se nota el ascenso y se puede apreciar en algún momento que Ruitelan se queda en el fondo del valle. Subí con fluidez aunque llegué sudando a la puerta del nuevo albergue de la Faba, donde aproveche para reposar y hablar un rato con un agricultor del pueblo que me dio una clase maestra sobre su huerta. Al salir del pueblo encontré sentados en la protección de la última casa del pueblo a una matrimonio de Alicante con los que volví a entablar conversación. Ella se asfixiaba en la subida y necesitaba recuperar el resuello. El era miembro de la Asociación del Camino de Alicante y me proporcionó información del camino que allí se inicia. Con tanto entusiasmo me hablaba que le pedí información del mismo. Con paso tranquilo y acompañado de esta pareja emprendí la marcha de los últimos 5 quilómetros. La subida se suaviza y se convierte en algunos tramos en sendero. Aquí los árboles desaparecen y se aprecian en su plenitud las hermosas montañas verdes y redondeadas. Es impresionante el paisaje y merece la pena pararse a disfrutarlo. Eran pasadas las 7 de la tarde cuando llegué al Cebreiro. Allí paré a visitar la iglesia de Santa María.  Este pueblo surgió como refugio de peregrinos en el siglo IX, pero es en 1072 cuando Alfonso VI delega en los monjes de la abadía de San Gerard d'Aurillac el hospital y se construyó una abadía. El lugar alcanzó una gran fama. En 1487 la abadía fue anexionada a Cluny, pasando a depender de los benedictinos de Valladolid hasta su expulsión en 1854, consecuencia de la desamortización. La iglesia de Santa María, de estructura prerromana, pertenece a los siglos IX y X. En ella se nota la influencia del arte asturiano. Se guarda en ella la talla románica del siglo XII de Santa María la Real, así como el cáliz del famoso milagro del Cebreiro.  El milagro dice que en el siglo XIV, un vecino del pueblo de Barxamaior, sube a oír misa al Cebreiro un día de copiosa nevada. El fraile, que era de poca fe, no aprecia el sacrificio del labriego. Pero, en el momento de la consagración, la hostia se convierte en carne y el vino en sangre. Los Reyes Católicos, peregrinos en 1486, conocen el milagro y donan el relicario que se exhibe junto al cáliz en el templo.             Me aposenté en el albergue y tras una ducha reparadora, fui a cenar a la Taberna Celta, donde me trataron a cuerpo de rey.             Con el cansancio en el cuerpo a las 9 y media estaba en la cama repasando esta espléndida etapa, una de las más bonitas de mi camino. Kilómetros 30,0


Día 13. El Cebreiro – Triacastela. 8-05-2003

 

Me levanté descansado y con ganas de reemprender la marcha cuanto antes. Tras un café con leche y un bollo cargue la mochila e inicie la marcha. Fui por el camino y este da un poco de rodeo aunque evita el caminar por carretera. Ya en Liñares se juntan momentáneamente el camino y la carretera. En poco rato se llega a Hospital da Condesa y en un rato más la subida al Poyo, corto pero de los que te dejan sin aire y sacando la lengua.

Aquí paré a desayunar por segunda vez, en el camino te puedes permitir estas licencias.

Recompuesto y con el fuelle repuesto continué la bajada lenta y continuada disfrutando del paisaje gallego. ¡Qué diferencia con la llanura castellana! Aquí los ojos  se distraen con unas montañas onduladas llenas de vacas, árboles, prados y pequeños pueblos que no desentonan en un entorno natural y alejado de la locura de las grandes ciudades.

 

Llegue a Fonfría sobre las 12 de la mañana y volvía a parar. En una terraza con unas mesas y sillas de troncos de árboles tomé una naranjada disfrutando de una tranquilad increíble.

Sabía que la etapa era corta y reconstituyente, después de los treinta quilómetros de subida de ayer. Me daba pereza volver a andar pero continué la bajada continua hasta Tricastela.

 

Recuerdo en Viduedo unos troncos de castaños impresionantes, se retorcían y se ahuecaban creando esculturas vivas. También me asaltaron diez o doce vacas en el camino, obligándome a retirarme.

Es una etapa muy suave y tranquila. A las dos de la tarde llegue al albergue que se encuentra a la izquierda del camino delante de una hermosa pradera. Sus puertas y ventanas están pintadas en azul y sus paredes son de piedra y cristal. Son tres naves independientes compuestas de dos plantas. Las habitaciones son de dos literas con taquillas.

Tras la ducha y la colada me dispuse a la obligada siesta.

Dos benditas horas que me repararon mis cansados pies. Me levanté y me dispuse a la visita turística de este pequeño pueblo.

 

Triacastela, la ciudad de los tres castillos (de los que no queda ni rastro), fue fundada por el conde Gatón del Bierzo en el siglo IX. En el interior de la iglesia parroquial barroca de Santiago del siglo XVIII, aunque también muestra hechuras románicas, hay una imagen del apóstol, patrono de la villa, y un retablo plateresco. La sacristía conserva una cruz procesional de plata del siglo XII. La tradición cantera de Triacastela continúa hoy en día con la extracción de caliza para la fabricación de cemento. Los peregrinos solían llevar desde aquí una piedra de cal para contribuir en la construcción de la catedral de Santiago.

Después del turismo tocó la cena acompañado por el matrimonio de Alicante dando cuenta de unas raciones de productos gallegos, pulpo, empanada y pimientos de Padrón, todo regado con generoso vino turbio. En este pueblo, de poco más de mil habitantes, hay abundantes bares y restaurantes.

Al ser bastantes independientes las habitaciones, y el hospitalero no muy exigente con la hora de cierre, mantuvimos la charla en la pradera aledaña al albergue hasta las doce de la noche. ¡Qué diferencia con las rigidez de otros!

Kilómetros 20,6


Día 14. Triacastela – Portomarín. 9-05-2003

Amanecí temprano y con ganas de caminar. Con la mochila a cuestas bajé por las calles desérticas hasta el final del pueblo. Donde se tiene que decidir el camino para llegar a Sarria. Yo escogí el camino de la derecha que lleva a San Xil.

La mañana era brumosa y durante la subida conseguí una fantástica placidez interior observando un paisaje de ensoñación. Los robles y castaños añejos me susurraban con sus ramas. Se llega pronto a Balsa, concejo eminentemente agrícola donde las casas de piedra y madera parecen a punto de caer. En las calles las gallinas, los gatos, los perros y sobre todo las vacas pasean con tranquilidad. Este es para mi una de las zonas más románticas y bellas del camino. La subida es fuerte pero vale la pena. Todo el rato se va por caminos y correidoras.

 

La realice en soledad y disfrute muchísimo de la primera hora y media, luego continúa siendo bello pero no me lleno tanto.

Hacia la mitad de la cuesta se puede observar una hermosa fuente con forma de viera.

           

En San Xil encontré a un matrimonio leones con los que realice el recorrido hasta Sarria. La conversación fácil y la hermosura del lugar hicieron que se acortaran los quilómetros. El era un minero jubilado de 46 años y ella su esposa dedicada a sus labores. Estaban disfrutando del camino y gozaban contando lo que habían comido y bebido el día anterior.

Los últimos quilómetros hasta Sarria se hacen pesado al ir al lado de la carretera y parece que no se llega nunca.  Nada más llegar me separé de la pareja y aproveche un bar para tomar un buen almuerzo, con su café y copa de orujo revitalizante. Estuve alrededor de una hora en estas labores energéticas. Cuando salí era la una y decidí continuar el recorrido.

 

El camino atraviesa toda la población y pasa por el puente, y luego por las escaleras de piedra, que se hacen infinitas con la mochila acuestas. .

Sarria es la localidad más poblada del Camino Francés en Galicia a parte de Santiago. El rey Alfonso IX  fue el fundador de esta villa y los burgos de Triacastela y Portomarin.

Del pasado medieval sarriano subsiste la iglesia de San Salvador, de origen románico y con fachada gótica del S. XIV, y el Monasterio de la Magdalena (actualmente convento de padres Mercedarios) fundado a principios del S. XII como hospital de peregrinos (San Roque), por dos religiosos italianos de la Orden de los Bienaventurados Mártires de Cristo, también peregrinos.

 

Poco fui saliendo de la población por el cementerio y después por un pequeño puente. Aquí empieza una arboleda con bastante cuesta que me fascinó por su belleza y encanto.

 

Llegué en una hora a Barbadelo donde me detuve a ver la iglesia de Santiago. Esta fue construida en el siglo XII y es uno de los mejores exponentes del románico gallego.

 

Pasado Barbadelo paré en una casa rural y comí ligero para continuar la marcha antes de las tres de la tarde.

Cuando salí de comer encontré a una pareja de Navarros que llevaban un buen ritmo. Iban rápidos y no se por qué me puse a su ritmo hasta el final de la etapa. Yo no suelo correr pero en ese momento estaba eufórico y con la conversación de los diversos caminos que habían realizado me estimularon para seguir a su paso.

 

Desde aquí las poblaciones se concatenan sin parar, todas pequeñas pero todas hermosas y enclavadas en un lugar único. Recuerdo Rente, Peruscallo, Lavandeira, Brea y Ferreiro. En esta paré en el mesón al lado del albergue a reposar las piernas un poco después de las 5 de la tarde, no fue más que un respiro. Continué pasando por infinidad de aldeas, Couto, Rozas, Mercadoiro y Vilachá son algunas de ellas.

Poco antes de llegar a Portomarín el camino sorprende con una bajada de apenas un quilómetro que machaca los ya maltrechos tobillos. Es muy corta pero muy empinada.

 

Por fin atravesé el pantano del Miño y llegue a Portomarín al filo de las siete de la tarde. La mayoría de los peregrinos que habían salido de Sarria llevaban horas descansando y me preguntaban de donde venía. Coloque los bártulos en la litera que me asignaron en el albergue y me lancé a hacer un poco turismo.

Visité la iglesia-fortaleza de los Caballeros de San Juan de Jerusalén. Está fue trasladada piedra a piedra desde su antigua ubicación en la mitad del pantano. También visité la iglesia de San Nicolás.

 

Con bastante cansancio marche a cenar y luego a dormir. Tuve que tomar una aspirina para aliviar el dolor de piernas de esta magnífica etapa. Tengo un gratísimo recuerdo de la subida de San Xil.

Kilómetros 40,6


Día 15. Portomarín – Palas de Rei. 10-05-2003

Inicie el recorrido solo atravesando con las primeras luces el pantano de Belesar sobre el río Miño. El día estaba con niebla y hacía fresco. Con la bruma el pantano era un poco fantasmagórico pero muy agradable a la vista. Desde aquí se inicia un ascenso continuo durante los próximo 10 quilómetros. Hay momento que se encuentra uno rodeado de un bosque pero la mayoría se hacen por un andadero pegado a la carretera. Bastante pesado.

 

Después de la etapa larga de ayer me costó bastante coger el ritmo y poner la cabeza a pensar para evitar que el cansancio me agobiara. Muchas veces no es el cuerpo el que está cansado sino que es la cabeza la que dicta el estado físico. Si estás en una agradable conversación o disfrutando de un paisaje espléndido tu cuerpo no chilla por el agotamiento, pero si estamos aburridos o teniendo pensamientos negativos, ¡qué cansado estoy!, ¡no puedo más! o ¡cuantos quilómetros llevo!, se nos hacen eternas las distancias y aprovechamos cualquier resquicio para sentarse y compadecernos de nosotros mismos. Algo de esto me paso hasta Ventas de Narón.

Me paré en Gonzar a tomar un café y poco después en Hospital de la Cruz me senté en un banco. No podía con mi cuerpo.  Estaba desfondado, cada paso era un esfuerzo importante.

Cuando atravesé la nacional 540 y llegue a Ventas de Narón mi estado de ánimo cambió. Quizás la subida terminó, quizás empecé una conversación con unos canadienses y mi cabeza se entretuvo, o ¡vaya usted a saber!

El caso es que mejoró mi estado de ánimo, también el día se había despejado y empezaba a hacer calor, cosa que mi cuerpo agradeció.

 

Pasé sin detenerme por Ligonde y Eirexe pero este día desafortunado me deparaba una sorpresa más. Una de las cinchas de la mochila cedió y se descosió, quizás por llevarla demasiado apretada. El caso es que tuve que parar a realizar la reparación oportuna. Estaba en una bajada de una carreterita segundaria. Me senté en el arcén y con la aguja y un hilo de nylon comencé el remiendo. Me pasaron un montón de peregrinos que me miraban con extrañeza por la situación. Menos mal que el sol calentaba y no pasaban apenas coches. Media hora larga estuve parado remendando la mochila.

Con la esperanza de haber hecho un buen trabajo y deseando que no me pasarán más cosas hoy continué hasta el siguiente bar donde reparé mi sed con una cerveza.

Hoy había salido a las 7 de la mañana y eran la una larga y sólo había hecho 15 quilómetros, así que apreté un poco el paso y a las dos y media de la tarde llegue al alto del Rosario donde en un restaurante aproveche para comer un reconstituyente chuletón que remendara mi espíritu y mi ánimo.

 

La verdad es que fue una excelente comida acompañada de su orujo correspondiente.

A las cuatro reinicie el camino acompañado de un peregrino panameño que era la primera vez que veía. Iba despacio y no tenía prisa en llegar a Santiago. Decía que para él terminar el camino era volver a su realidad diaria, cosa que le amargaba bastante. Este camino había sido un sueño y un paréntesis de los problemas familiares y laborales. Mencionaba que el camino quedaría impreso en su cabeza para siempre como un lugar donde obtuvo la paz y la tranquilidad durante todo un mes.

Con estas conversaciones llegamos a Palas de Rei, él se quedó en el albergue y como había tenido tan mal día decidí ir a una pensión a dormir y descansar lo máximo posible. Tras la ducha la siesta fue inevitable.

A las siete de la tarde salí a dar una vuelta por el pueblo. Primero me acerqué a la iglesia de San Tirso a que me sellarán la credencial y pude observar la portada románica.

Después yendo por la calle principal me encontré a Everson. Un brasileño que conocí en la bajada del Acebo y que le había perdido de vista desde hacía unos días. El había ido por Samos y estaba entusiasmado de la belleza del monasterio.

Nos sentamos en una terraza a tomar una cerveza y en eso aparecieron una pareja de peregrinos gallegos, Alba y Tes, con la que compartimos conversación y experiencias camineras hasta la hora de la cena.

Everson es vegetariano estricto, no toma tan siquiera huevos, y tuvo ciertos problemas, como nos explicó cosa bastante habitual,  para encontrar algo que comer que se ajustara a sus creencias, en fin, tomó una ensalada con arroz y fruta. Los demás dimos buena cuenta de unas raciones de pulpo y lacón.

A las 10 de la noche estaba en la cama pensando que este había sido un día duro y deseando que llegara mañana para que mejorará la suerte. 

 

Kilómetros 24,3

1 comentario

JuanMa -

Buenas, Alberto
Me ha encantado tu blog sobre el Camino de Santiago y me gustaría ponerme en contacto contigo para hablarte sobre un proyecto que estoy desarrollando para el Xacobeo 2010.